Violencia de Género y Discapacidad.

Sabemos que las mujeres discapacitadas son invisibilizadas en la mayoría de casos cuando se habla de la violencia de género o de violencia sexual, o de machismo en general. Por ello queremos hacer este artículo donde reflejemos todos los datos reales a los que estas mujeres se enfrentan en una sociedad machista y capacitista a partes iguales, donde la mujer discapacitada deja de ser mujer incluso a ojos de sus defensoras.

La discapacidad es un eje de vulnerabilidad muy fuerte que reduce las opciones disponibles a la hora de salir de la violencia que ejercen sobre nosotras. Si durante toda tu vida te dicen que estás mal, que no eres normal y por tanto, tu estado es eternamente el de una prepúber que no puede hacer nada sola porque como persona no estás capacitada para ello, te lo terminas creyendo. Terminas pensando que te maltrata porque te quiere, que lo hace para protegerte, para que nadie te haga daño, y que sin él no eres nadie. La sociedad crea una doble dependencia emocional en las mujeres discapacitadas: por un lado la propia de su discapacidad y del capacitismo interiorizado; y por otra la ejercida por el maltratador. Así, tenemos que las mujeres con discapacidad intelectual o del desarrollo (principalmente, aunque se puede ver en todas) se enfrentan ya en muchos casos a una vulnerabilidad múltiple, al superponerse diferentes características que hacen que tengan que enfrentar mayores barreras que el resto: las ya mencionadas por género y discapacidad y la exclusión intrínseca por tu discapacidad a pesar de los muchos avances en derechos e inclusión, es una característica que sigue soportando un estigma social. Además de otras características como desempleo, pobreza, edad (mujeres mayores), origen étnico, etc; cada una de ellas suma mayor discriminación.

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Esta vulnerabilidad se ve reflejada directamente en los datos de la violencia: Una de cada tres mujeres con discapacidad ha sufrido violencia machista en algún momento de su vida, según denuncia la Fundación Cermi Mujeres en su informe ‘Violencia de género hacia las mujeres con discapacidad’. En concreto, analiza los datos específicos de las mujeres con discapacidad que han tenido en algún momento pareja (452) y los compara con las respuestas de las mujeres sin discapacidad que también han tenido o tenían pareja a la hora de ser encuestadas (9.275). Este pequeño sesgo, refleja directamente cómo las mujeres discapacitadas son apartadas de la sociedad y relegadas a una posición más que vulnerable.

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Muchas veces los datos de estas mujeres no cuentan como violencia de género, pues pesa más su condición de discapacitadas que su situación como mujeres, pero la realidad es que ambos puntos son importantes e imprescindibles de analizar. Claro que el estigma presente ante la discapacidad vulnera los derechos fundamentales de las personas en su conjunto heterogéneo, pero no de igual forma.
Así nos encontramos que mientras 5 de cada 10 mujeres con discapacidad intelectual, han sido violadas, solo 2 de cada 10 hombres en las mismas condiciones sufren violencia sexual. Aquí podemos ver cómo existe un claro sesgo de género que vulnera la dignidad de estas mujeres: Y es que, como diría la activista abolicionista de la esclavitud Sojurner Truth en su momento, ¿acaso no somos mujeres? Lamentablemente esto implica una violencia estructural que sufrimos todas, derivada del patriarcado, pero no la sufrimos de la misma forma. Los datos de violencia hacia las mujeres discapacitadas, son sobre todo en relación a discapacidad intelectual, porque es la que más estigma recibe: Las mujeres con retraso madurativo o intelectual, son tachadas de infantiles y a menudo se las relega a una posición infantilizada toda su vida. Por ejemplo, las Niñas Eternas, como muchas veces se llama a las mujeres con Síndrome de Down, es una etiqueta estigmatizante que las personas de esta condición luchan por eliminar.

Una forma de comprender el estigma de estas mujeres es este documental de la Asociación «Plena Inclusión» de Madrid. En él acompañan a mujeres con discapacidad intelectual en su día a día y ellas nos explican cómo viven el capacitismo en sus propias carnes siendo mujeres. Es largo y bastante duro si eres una persona sensible, pero merece la pena verlo para comprender todo lo que implica esta doble opresión.
El vídeo, que tiene una duración de 34 minutos, ha sido dirigido por Diana Nava, realizadora y guionista que consiguió en 2009 el Premio Nacional de Reportaje Social y Solidario. Diana espera contribuir con él a visibilizar a las mujeres con discapacidad intelectual, representadas en estas cinco historias personales pero que son 15.000 mujeres con discapacidad solo en la Comunidad de Madrid.
«Que consigamos que por fin, estás mujeres, hasta ahora invisibles, dejen de serlo a partir de ahora y cada vez se les vea más y más».

Violencia de Género

Como ya hemos tratado en artículos anteriores, la violencia de género no nace de la nada, el maltratador ejerce una manipulación psicológica que hace que las mujeres maltratadas no vean el maltrato o crean que se lo merecen o simplemente no vean cómo salir de él. La violencia transcurre de forma gradual y según las necesidades del maltratador para someter a la mujer en cuestión; por eso habrá mujeres que durante toda su vida solo sufren violencias invisibles y psicológicas, y otras mujeres que son asesinadas por sus parejas o exparejas. Muchas veces se habla del maltrato físico y psicológico como únicos signos de la violencia de género, pero realmente existen 5 tipos de maltrato que nos indica que una mujer sufre Violencia de Género:

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Cada una de estas formas de maltrato fomenta que se llegue al feminicidio, sobre todo en aquellas mujeres que tratan de escapar de estas situaciones. Pero en las mujeres discapacitadas el problema es que muchas veces no intentan salir de la violencia por miedo y por creerse inútiles sin esa persona que las «acepta» tal y como son. Y así nos encontramos datos terribles como estos: una de cada tres mujeres con discapacidad sufre o ha sufrido violencia física, sexual o psicológica por su pareja (o expareja). Este 31% que nos resume el estudio contrasta con las cifras (no menos escandalosas) que muestran las mujeres sin discapacidad, con un 12,5%. Es terrible que cualquier mujer sufra violencia de género, pero hay que tratar la problemática de que los número en mujeres discapacitadas son alarmantes. Pensad en cuántas mujeres discapacitadas existen respecto a las mujeres sanas, y ahora pensad que mientras que el 31% de ese pequeño porcentaje de la población, son maltratadas, un 12,5% de las demás también sufren ese maltrato. La violencia en mujeres discapacitadas es el doble en todos los ámbitos si comparamos los datos con las mujeres que no sufren ningún tipo de discapacidad.

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En cuanto a la violencia psicológica de control -celos, vigilancia sobre horarios y actividades, obstáculos para ver a familiares y amigos-, la referida a las mujeres con discapacidad por parte de su pareja o ex pareja asciende a un 23% frente al 15,1% de aquellas mujeres que no tienen discapacidad. Lo mismo ocurre con la violencia económica -control de la economía doméstica o la merma económica por parte de la pareja-, que se eleva al 13% en las mujeres con discapacidad frente al 6,4% del resto.
La violencia física la sufre el 11% de las mujeres con discapacidad mientras que se reduce al 4,7% en aquellas sin discapacidad. En relación a las preguntas de violencia sexual, como la obligación a mantener relaciones sin desearlo, un 3,4% de mujeres con discapacidad ha respondido que ha sufrido algún episodio de este tipo, frente al 1,6% de aquellas encuestadas sin discapacidad.

Respecto a las secuelas físicas de la violencia machista en mujeres con discapacidad, las más frecuentes son los cortes, rasguños, moratones (6,4%) y lesiones oculares y auditivas, esguinces, luxaciones o quemaduras en el 2,4% de los casos. Estos porcentajes son del 2,6% y del 0,9%, respectivamente en el caso de las mujeres sin discapacidad. Además, una parte de las mujeres que padecen violencia de género tienen posteriormente alguna discapacidad por el maltrato recibido: por cada mujer asesinada, diez agredidas sufren como consecuencia de la agresión machista discapacidad visual, auditiva o de movilidad.

«Una mujer a la que como consecuencia de los episodios de violencia de los que ha sido víctima, le sobreviene una discapacidad, no sólo tiene que luchar para salir de la situación de violencia en la que está inmersa, sino que además es posible que, por esa discapacidad adquirida, no pueda seguir trabajando, por inaccesibilidad de su puesto de trabajo o porque su empresa de pronto ‘entienda’ que ya no lo puede desempeñar, aunque la persona, el talento, la capacidad y los conocimientos sigan siendo los mismos”.

Patricia Sanz, Presidenta del Observatorio de Igualdad de Oportunidades de la ONCE y su Fundación.

Por eso, uno de sus objetivos es lograr que las mujeres con discapacidad que han vivido un pasado de malos tratos puedan acceder a un empleo digno para cerrar definitivamente el círculo de la violencia y salir adelante.

Un ejemplo es el de Patricia Carmona. Víctima de violencia machista, tiene un 38% de discapacidad por las graves heridas de la agresión que sufrió de su ex pareja cuando aún no había cumplido los 20 años. Ahora tiene 39 años, un hijo de cinco, y colabora con la ONCE aportando su testimonio para que pueda ayudar y sensibilizar a otras mujeres.

Sin un trabajo, no se puede salir de esto; es fundamental. Tienes ingresos y sube la autoestima; lo importante es poder recuperar la fortaleza física y psicológica”

Patricia Carmona al medio digital Público

Violencia Sexual

Las mujeres con discapacidad no figuran como protagonistas de las campañas para la prevención de la violencia sexual, y mucho menos para su atención. Si aquellas que no tienen ninguna discapacidad se enfrentan a la estigmatización, al miedo y a la falta de sensibilidad de políticas y funcionarios públicos, esto se magnifica en el caso de las mujeres que tienen alguna discapacidad. Éstas suelen estar expuestas a un riesgo mayor, dentro y fuera del hogar, de violencia, lesiones o abuso, abandono o trato negligente, malos tratos o explotación, como lo reconoce la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad. Si las mujeres sanas son puestas en duda e ignoradas a la hora de denunciar o de acceder a los sistemas de protección tras una agresión/abuso sexual, las mujeres discapacitadas son tratadas como si no entendieran lo que es el consentimiento y se pone en duda su predisposición a la hora de realizar el acto sexual. Lo que se traduce en que no son ni escuchadas ni creídas cuando denuncian una violación.

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“También se puede decir que desde los aún escasos estudios e investigaciones sobre este tema, generalmente provenientes de Europa, América del Norte o Australia, se señala que más de la mitad de las mujeres con discapacidad han sufrido abusos físicos, en comparación con la tercera parte de las mujeres sin ella; o que un 40% de las mujeres con discapacidad sufre o ha sufrido alguna forma de violencia, como señala el Consejo de Europa”.

Ana Peláez, Comisionada de Género en el Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad (CERMI)

Además, se nos impone como norma un modelo de sexualidad, una forma de vivir nuestra sexualidad fijada por el sistema, lo que se traduce en que a menudo nos utilizan para justificar la explotación sexual de otras mujeres, que deben darnos supuesto acceso a nuestra sexualidad. Como ya denunciamos en este artículo destinado a explicar que vivimos de forma diferente nuestra sexualidad, y que nadie tiene derecho a decirnos cómo tenemos que vivirla. Y eso incluye el no imponernos el sexo con mujeres explotadas que no deciden mantener relaciones por su situación de vulnerabilidad, a la vez que están dando sexo a alguien que en muchos casos no puede decidir libremente si quiere mantener esas relaciones sexuales.

Y es que aún en pleno alzamiento por los derechos de las mujeres las mujeres discapacitadas seguimos sin formar parte de las exigencias imprescindibles para nuestra seguridad. Seguimos siendo acalladas porque nuestra condición nos elimina como mujeres a ojos de mucha parte de la sociedad, pero es que precisamente nuestra condición refleja como la sociedad nos despoja de nuestros derechos como mujeres al ni siquiera tratarnos como datos de esta violencia.

«Si bien reconocemos que no existen datos duros al respecto, sí hay evidencia de que las mujeres y las niñas con discapacidad son víctimas de tasas más altas de violencia y discriminación que aquellas que no tienen discapacidad. Esto está relacionado con el aislamiento social y la dependencia a terceros de las mujeres con discapacidad”

Diana Sheinbaum, investigadora de Documenta. Análisis y Acción para la Justicia social, una asociación civil dedicada a la defensa legal de las personas discapacitadas.

La discapacidad de estas mujeres es el único condicionante que se toma para hablar de la violencia sexual que sufren, por lo que no se incluyen en la mayoría de datos sobre violencia machista, y como ya os hemos señalado con anterioridad: 5 de cada 10 de estas mujeres han sido violadas en algún momento de su vida, mientras que los hombres solo son 2 de cada 10 encuestados.

A estas cifras habría que sumar aquellas que no podemos conocer porque su discapacidad les impide declarar si han sido violades o no; o aquellas que simplemente por miedo no denuncian ni declaran su situación.

Violencia Institucional

La violencia institucional que se inflige sobre las mujeres discapacitadas es brutal. Pasa desde ignorar los síntomas de sus enfermedades hasta la esterilización en contra de su voluntad o la imposición del aborto cuando quedan embarazadas. Se entiende que una mujer con discapacidad es igual que un menor o alguien completamente dependiente y no pueden decidir libremente sobre sus cuerpos porque «no entienden como funciona el tema».

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“Cuando son menores de edad y tienen una discapacidad, para nosotras ha sido clarísimo que ni los prestadores de salud ni el propio derecho están pensando en que existe la diversidad de mujeres. No se incluye a las mujeres que tienen discapacidad. Las autoridades tienen una manera de actuar, un modus operandi sumamente enraizado, en el que consideran que una persona con discapacidad es igual a una persona incapaz o una persona menor de edad. Como que se anula de inmediato la posibilidad de que esas chicas tomen decisiones y siempre delegan su decisión en quienes tengan su guarda y custodia”

Regina Tamés, directora de GIRE

Además hablamos de que institucionalmente las mujeres con discapacidad se enfrentan a una violencia añadida: se las pone en duda por ser mujeres. Aquí podemos hablar tanto a la hora de denunciar violencia machista, o cuando acudimos a los centros sanitarios a recibir atención médica por nuestras patologías. Los dolores crónicos en mujeres son ignorados hasta que llegan a puntos imposibles de soportar por cualquier ser humano, por la idea de «la histeria femenina» que aún hoy sigue presente en los supuestos profesionales de la salud. Estos prejuicios machistas que aún acompañan a los especialistas en las consultas médicas, conllevan que una mujer con diversas patologías, tarde más en ser diagnosticada. Un ejemplo de esto, es el diagnóstico de la endometriosis: Una mujer cis, tarda una media de siete años en ser diagnosticada de endometriosis. Esta dificultad de diagnóstico no es solo propia de la complejidad de la patología, si no que a ésta se le añaden los prejuicios y los intereses económico que impiden el avance en el diagnóstico.

Cuando una mujer discapacitada acude a consulta, se tiene que enfrentar al escepticismo constante sobre la sintomatología que presenta. Piensan que exagera, que miente o que tiene hipocondríaos. Estos prejuicios no se traducen en los hombres discapacitado;, no se les pone en duda de la misma forma que a las mujeres aunque sí existe un prejuicio de pensar que toda persona que dice tener una discapacidad que a simple vista no se ve, está mintiendo para conseguir ayudas. De aquí se extrae una problemática gubernamental muy seria: los exámenes de discapacidad en los Centro Base de las ciudades.

Estos exámenes se realizan de forma mecánica para determinar un porcentaje de discapacidad dependiendo de las trabas que tengas en tu rutina, pero sin ver que hay patologías que simplemente son una montaña rusa y que dificultan igualmente nuestro día a día. Además, los dolores crónicos no se tienen en cuenta en la mayoría de casos, pues son sensaciones «subjetivas» que la persona que te examina no puede determinar o medir.

Además de todo esto, se llevan acabo prácticas contra los Derechos Humanos como la esterilización en contra de la voluntad de estas mujeres. Una práctica legal, previa autorización de un juez, a la que en 2016 fueron sometidas 140 personas, según datos del Consejo General del Poder Judicial, aunque si se tiene en cuenta la última década, este número asciende a más de 1.000, de acuerdo con los cálculos de la ONG. La esterilización involuntaria está contemplada en el artículo 156 del Código Penal y, aunque no existen datos diferenciados por sexo y edad, la asociación CERMI afirma que la mayoría de procesos se realizan a niñas y mujeres, que en algunos casos ignoran la intervención que les han realizado. Para estas intervenciones, se utilizan argumentos tales como los que veíamos en las compañeras del documental con el que iniciábamos el artículo: al parecer ser discapacitada te impide ser madre, aunque es sabido que la mayoría de estas mujeres no tendrían ningún problema en serlo y son completamente capaces.

Conclusión

Las mujeres con discapacidad se enfrentan a una vulnerabilidad terrible que se traduce en que un 31% sufra violencia de género y 5 de cada 10 violencia sexual. La dignidad de estas mujeres se vulnera por prejuicios arcaicos que no responden a ninguna realidad; responden únicamente a cultura machista arraigada en las instituciones y en cada profesional que nos trata. Según la Organización ONCE, a día de hoy, las empresas no están preparadas para apoyar a las mujeres con discapacidad que además han sufrido violencia de género, y esto supone que muchas no tengan los medios para salir de la violencia que sufren. Además de todos esos datos, se calcula que en la última década se han realizado en España más de 1000 esterilizaciones forzosas a mujeres discapacitadas.

La violencia de género es una lacra para todas las mujeres, pero hay que visibilizar a aquellas que por su múltiple opresión, son más vulnerables a sufrir esta violencia y otras derivadas del patriarcado.
Como feministas debemos luchar por todas las mujeres, y esto incluye escucharlas y ayudarlas a tener un altavoz para salir de la violencia.

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