Sexo, herramientas de movilidad y orgasmos

En múltiples ocasiones hemos analizado diferentes planos de la discapacidad, y cada cierto tiempo volvemos para deshacer todos los análisis institucionales sobre diferentes cuestiones feministas que se han olvidado de nosotras (las mujeres discapacitadas)- Y es que desde una mirada institucional y normativa no se puede llegar a comprender ni nuestras experiencias ni nuestras necesidades; es necesario empoderar la primera persona. En esta ocasión vamos a introducirnos de lleno en la cama, los cuerpos y las experiencias y cómo se construye nuestro placer y nuestra identidad en torno a esto.

Las personas discapacitadas somos víctimas de un sistema que nos impone un modelo de vida concreto, del que si nos salimos somos vulnerables a sufrir aún más violencias. Así nos encontramos con dos opciones en torno a nuestra sexualidad: la desexualización o la hipersexualización.

Las Discapacitadas somos víctimas de un sistema que nos impone un modelo de vida concreto, del que si nos salimos somos vulnerables a sufrir aún más violencias. Así nos encontramos con dos opciones en torno a nuestra sexualidad: la #desexualización o la #hipersexualización.

La Revolución Sexual

La segunda ola feminista (en USA y otros países) fue un momento de inflexión en las camas y las intimidades de todas las mujeres, o al menos eso se cree. Lamentablemente esa ola no analizó una parte fundamental de la sexualidad. De nuevo, se olvidaron de las mujeres discapacitadas. La sexualidad es diversa, en todas sus formas, pero es inimaginable para la mayoría de personas el tener sexo sin caer en un modelo patriarcal impuesto socialmente que se aleja mucho del imaginario de la comunidad discapacitada. Un modelo que se amolde a las necesidades de las personas que intervienen en la práctica sexual, sin caer en paternalismos y sin dañar a la otra persona. Más allá del tema del deseo o el consentimiento, hablamos del placer. No puede haber relaciones placenteras cuando estas no rompen con los modelos impuestos, pues esos modelos los imponen los mismos roles de poder que nos oprimen.

Imagen en blanco y negro en la que se ve en primer plano a una mujer sonriendo con su sujetador en la mano (completamente vestida), enseñándoselo a una plaza repleta de hombres que la observan.

«Lo personal es político.»

Nos lo dicen todos los análisis feministas de los que emana nuestro movimiento, pero ¿cómo puede ser político algo que nunca se ha hablado fuera del ámbito privado? Las mujeres discapacitadas no podemos empoderarnos sin hablar de nuestra sexualidad y de cómo hacerla más placentera. A las discapacitadas aún no nos ha llegado el Satisfayer. No nos ha llegado aún la idea de nuestro placer dentro de nuestra comodidad (ni si quiera para enriquecerse a costa de ella como ocurre con ese famoso juguete). Las mujeres discapacitadas seguimos atadas a una idea de placer que en muchos casos pone en riesgo incluso nuestra propia salud, a una violencia que asumimos y normalizamos porque sino «¿quién nos va a querer así?» y a una pasividad manifiesta a menudo fruto de un propio desconocimiento de nuestros cuerpos y nuestros límites.

Para acabar con todo esto, no solo necesitamos hablar de sexo desde una perspectiva de cuidados y empatía, no. Necesitamos romper por completo con la idea de que el sexo tiene que ser agresivo y salvaje para que sea placentero: cada persona tiene relaciones sexuales en sus propios términos, y cuando lo hace como le gusta, va a disfrutar mucho más que cuando se amolda a lo que tú crees que debe hacer. Las mujeres hemos luchado para que se hable del clítoris y se descubra dónde está y cómo estimularlo, pero aún nos queda mucho camino para deshilar esa línea roja que rompa con la imposición de una violencia implícita y aceptada en el sexo que nos mueve hacia unos roles e ideas generalmente patriarcales. El sexo es placentero en el momento en el que se respetan los deseos de todas las partes que intervienen y se busca el placer mutuo. Conocernos en este contexto, es imprescindible. Si no nos conocemos, si nunca nos han explicado nuestro cuerpo y nuestros límites, si no se nos habla de que existe el sexo, etc. nunca vamos a poder entender y disfrutar de este sin ponernos en peligro.

Desexualización

La desexualización es un término acuñado por la comunidad discapacitada en un intento de no deslegitimar la lucha asexual (ya que antes se hablaba de asexualización obligatoria). Este término describe cómo se nos impone por socialización un modelo en el cual el sexo no forma parte de nuestra vida. Porque en el imaginario colectivo, una persona discapacitada no es una persona atractiva y, en consecuencia, se hace impensable que tenga sexo o si quiera libido.

Esto se traduce en que las personas que viven con discapacidades visibles (usuarias de silla de ruedas, ciegas, que les falte algún miembro, etc) son infantilizadas y tratadas como seres infantiles durante toda su vida. El ejemplo más claro quizá son las personas que viven con «discapacidad intelectual», ya que se les denomina directamente «niñas eternas» en un claro alarde de la infantilización sistemática. El sexo forma parte de nuestra vida, de una forma o de otra, es algo cotidiano y va a causar curiosidad. Es por este motivo que es esencial dar educación sexual integral a todas las personas, no solo a las que cumplen con tu imaginario colectivo. La sexualidad y el deseo va a seguir existiendo por mucho que tú no des los medios adecuados para ello, pero será más peligroso.

Mi cuerpo, mi jaula

A veces, cuando pensamos en el tema sexual, no es una cuestión que podamos pensar de forma aislada de cómo se nos entiende o socializa en nuestra vida diaria. No podemos desprendernos de las cosas aprehendidas ni de los mensajes subliminales que la sociedad nos impone en relación a nuestros cuerpos. Un cuerpo es una cárcel en tanto que no se nos permite habitarlo con libertad, no se nos permite ser y disfrutar, no se nos permite no cuidarnos o excedernos. Una persona no discapacitada convive con su cuerpo desde una perspectiva estética en la que se le permite explorarlo y disfrutarlo, nosotras no.

Nosotras convivimos con nuestro cuerpo odiándolo porque «está roto». La sociedad nos enseña que un cuerpo como el nuestro no es objeto de deseo, que no es un cuerpo que merezca ser amado y disfrutado, sino que tenemos que agradecer que se nos quiera tal y cómo somos. «Ay, que suerte tienes de que tu pareja te quiera y te cuide» nos dicen casi a diario si nuestra pareja es no discapacitada, y el mensaje de porno de automotivación, si lo es, es repulsivo. Si en nuestra relación ambas personas somos discapacitadas, la sociedad nos trata como una relación infantil, al igual que tratan las relaciones de enamoramiento que se dan en los niños pequeños. De nuevo, hablamos de infantilización: nuestro amor y nuestro deseo no es real, es fruto de la inocencia infantil, no durará y por supuesto no habrá más que besos o abrazos sin nada erótico de por medio. No se nos está permitido salirnos de esta idea.

Hipersexualización

Como suele ocurrir, siempre existen los dos extremos, y ambos extremos están impulsados por el mismo sistema. Cuando una persona siente que todo lo relacionado con su cuerpo, su intimidad y su placer es un tabú hasta el punto de no recibir Educación Sexual Integral de ningún tipo, convierte algo común y cotidiano en algo prohibido. Y nada nos atrae más como sociedad que lo prohibido. Así se da (de la misma forma que ocurre con las mujeres no discapacitadas cuando se las recluye en la mojigatería) que muchas personas discapacitadas acabamos autohipersexualizándonos, buscando a su vez una aprobación por parte de la sociedad que no depende de nuestra sexualidad ni de nosotras. Nos validamos a través del sexo, como pasa en muchísimas ocasiones con las mujeres, buscamos que se nos vea deseables sin pararnos a pensar en que esas personas llegan a vernos solo como un objeto de deseo, no como personas en igualdad de derechos. La sociedad nos empuja al ideario de mujer objeto, como a todas las mujeres, y además nos lanza a un mundo de fetiche en nuestros cuerpos subversivos.

Y es que para quien toda su vida le han dicho que su cuerpo no es deseable, verse como una persona objeto del deseo de alguien más, puede parecer empoderante. Pero no lo es, lo único empoderante en esto es vernos nosotras mismas como un objeto de deseo, mirarnos al espejo con amor y empoderamiento, romper la jaula en la que han encerrado nuestros cuerpos y atrevernos a disfrutarlos como queramos, sin normas impuestas, pero con conocimiento de causa.

Cisnormatividad, Diadismo y Putofobia.

Cuando se trata de personas discapacitadas, es mucho más complicado que nos dejen vivir y experimentar nuestra identidad en el plano del género. Una persona discapacitada va a ser infantilizada (más si se supone que es mujer) hasta el punto de que se le negará cualquier otra identidad diferente a la que marquen sus genitales. Y si sus genitales son ambiguos, se le hará una reasignación obligatoria (probablemente aprovecharán además para esterilizarla forzosamente).

En la actualidad es impensable una sociedad sana sin reconocer los derechos de las personas trans, ya que forman parte de los derechos humanos, pero ¿qué pasa cuando esos derechos vienen de la mano de una persona discapacitada? Conocéis muchas personas trans superrelevantes actualmente (gracias al activismo, conocemos cada vez a más voces fabulosas que empoderan un mensaje imprescindible) pero ¿cuántas son discapacitadas? Es curioso que actualmente no conozcáis casi a nadie que cumpla estos dos rasgos cuando las operaciones de reafirmación de género son legales en USA gracias a una mujer usuaria de silla de ruedas llamada Bobbie Lea Bennett.

Da rabia ver todo el activismo importantísimo que se está haciendo, pero que se olvida una vez más de nosotras, cuando en muchos casos la lucha discapacitada siempre ha estado de la mano de las compañeras trans, como por ejemplo en la Asistencia Sexual. Probablemente no hayáis oído hablar de dónde surge esto, porque la lucha discapacitada era completamente invisible hasta hace muy poco, pero nace en Barcelona con un grupo de personas discapacitadas (de diferentes realidades) y un grupo de personas trans que habían sido relegadas a la prostitución, por lo que no tenían tantos tabúes como el resto de la sociedad. Se sentaron a escuchar y a aprender sobre las necesidades de la comunidad discapacitada, y llegaron a la conclusión de que era imprescindible un acceso a la sexualidad de forma libre para nosotras.

Y así nace la idea de la asistencia sexual, y también la idea equivocada de que es explotación sexual enmascarada. Claro que parte de un grupo de mujeres sexualmente explotadas, fueron las únicas que se pararon a escucharnos. Pero no, no es prostitución. La Asistencia sexual ya la hemos explicado un millón de veces, y lo seguiremos haciendo hasta que cale en las mentes de todas las personas. La asistencia sexual es el acceso al propio cuerpo o al de nuestra pareja que también lo desee. Sí, hay gente que necesita que una tercera persona interactúe en este acceso, pero no de manera sexual si no asistencial y no es ninguna absurdez. Es necesario romper con este tabú. Las personas discapacitadas tenemos sexo, es un hecho, somos personas. Y tener a las personas discapacitadas atadas a tu idea mojigata de que no disfrutamos de nuestros cuerpos con la vil excusa de acabar con la explotación sexual, es una absurdez y nace tanto de tu idea desexualizadora como de tu putofobia de creer que una mujer que ha sido puta, lo será siempre y todo lo que haga estará mal a tus ojos (lo cual es misoginia también).

Necesitamos emancipar la idea de la Asistencia Sexual y ofrecer formación asistencial al respecto, no en torno a cursos de sexo, sino a formación médica que explore esta necesidad también. Y puede que no os lo hayáis planteado, pero puede ser una salida de la prostitución para muchísimas mujeres que no tienen otra forma de vivir, porque la mayoría de las personas seguirán viendo esto como un tabú y no querrán realizar este trabajo, pero las personas que han sido relegadas a la prostitución, tal vez encuentren en ello una salida de un mundo en el que nadie debería acabar de forma obligada.

Conclusiones

Necesitamos abrir el debate de la sexualidad desde una perspectiva discapacitada porque podemos aportar muchísimas cuestiones importantes para cambiar la manera en la que se construye el placer y el deseo en una sociedad patriarcal, ya que lo vivimos a diario. Se nos viola sistemáticamente y la única solución que ponen es esterilizarnos para evitar que nos quedemos embarazadas de nuestros agresores, pero nadie busca poner fin a los abusos. Necesitamos hablar de estas cuestiones de forma libre y empoderante, que nadie nos niegue como seres humanos, que nadie violente nuestros cuerpos y que nadie nos arrebate nuestra capacidad de decisión sobre ellos.

La sexualidad siempre ha sido un aspecto del patriarcado que ha dañado a todas las mujeres. Es el momento de que hablemos del daño que ha supuesto para nosotras sin caer en el morbo de que nos preguntéis cómo tenemos sexo, porque tu mente es tan limitada que te parece imposible que disfrutemos del mismo sin acogernos a la violencia implícita en la pasión y en el porno.

Bibliografía

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15 comentarios sobre “Sexo, herramientas de movilidad y orgasmos

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  1. Hola,

    Muy interesante el blog, enhorabuena.
    Por cierto, una cuestión importante: el autor de “Assistència sexual i diversitat sexual i de gènere. Estudi de la intersecció queer-crip” es Pere Ruz Gómez.

    Salud!

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