La monogamia se elige

Las vidas que tenemos dentro del capitalismo no están libres de imposiciones sociales por parte del mismo, pero eso no hace que no hagamos elecciones (no libres) que nos dañan de forma directa. Se nos suele decir que ser monógame no se escoge, siendo esto mismo una mentira, pero no es una elección libre. Esa falta libre elección está basada en un sistema que nos conduce de forma sistemática hacia la monogamia como forma de perpetuación, es decir, se nos impone la monogamia desde todos los ángulos, mistificándola mientras se desprestigia e invisibiliza otras formas de relacionarse, haciéndonos, al final, «elegir» ese modelo relacional por encima de otros modelos más respetuosos con las personas.

Pero esta contradicción resulta aún más obvia cuando se trata de las personas disidentes del sistema mismo pues ¿en qué ha beneficiado la monogamia a las mujeres? Nos ha oprimido y relegado a los cuidados desde siempre. ¿En qué beneficia a las personas racializadas la monogamia? Las hace traicionar en muchos casos sus propias culturas originarias por encajar en la normatividad blanca occidental. ¿En qué beneficia la monogamia a las personas queer? Mantiene el sistema cisheterosexual y patriarcal que nos oprime de forma sistemática por no encajar en el modelo de familia nuclear monógama. ¿En qué beneficia a las discas y las locas la monogamia? Solo hace que otra persona tenga el poder sobre nuestras vidas y nuestra independencia, legalizando además el tutelaje sobre nosotras. Ningún grupo oprimido se beneficia de forma directa de la monogamia, ni siquiera en términos de clase como ya señalaba Kollontai en su día apuntando a la monogamia como origen de la violencia contra las mujeres obreras. La institución de la monogamia solo beneficia al capitalismo que consigue a través de ella su perpetuación. Es por eso que es necesario cuestionarnos la monogamia y nuestras relaciones dentro del Amor Libre, ya que también suelen estar manchadas por esta institución.

Cuando hablamos de #monogamia no nos referimos a las relaciones interpersonales que forjan entre sí los individuos, nos estamos refiriendo al sistema por el cuál se estructura toda la sociedad en torno a la idea de #familianuclear monógama y cishetero.

¿Qué es la monogamia?

Para poder comprender el motivo por el que hablamos de una elección forzada por el sistema, primero tenemos que entender lo que realmente es la monogamia. Solemos entenderlo como las relaciones en las que intervienen únicamente dos personas que solo tienen relaciones entre sí. Sin embargo, la monogamia es muchísimo más compleja y dañina que eso ya que parte del «Amor Romántico»: un conjunto de normas relacionales que configuran toda nuestra forma de relacionarnos entre nosotres a través de la cultura, el ocio, la violencia y la economía. Nos dicen que el amor debe ser una cárcel donde no podemos ser nosotres mismes y dónde todo gira en torno a esa relación perfecta que nos venden los medios de comunicación. Se basa en las ideas que nos impone Disney desde la cuna y nos condiciona las relaciones más básicas. Aprendemos que la familia siempre es lo primero, que nada se puede criticar dentro de esta institución, creando así el pacto de silencio ante las violencias que se dan dentro como forma de perpetuación y que se justifican como algo inevitable o, incluso, algo necesario para la educación de los vástagos. Crecemos en esas violencias implícitas y explícitas, normalizando que nos traten mal porque «nos quieren» o porque «debemos quererles» y llegamos a la edad adulta no sabiendo escapar de relaciones que nos están destrozando porque se basan en las mismas violencias. La familia es la primera institución que normaliza la violencia machista y todas las demás violencias.

«La monogamia fue un gran proceso histórico, pero al mismo tiempo, junto con la esclavitud y las riquezas privadas, inaugura esta época que dura hasta nuestros días y en la cual cada progreso es al mismo tiempo un retroceso relativo, en la cual el bienestar y el desarrollo de unos se alcanzan a expensas del dolor y la frustración de otros. La monogamia es la forma celular de la sociedad civilizada, y en ella ya podemos estudiar la naturaleza de las contradicciones y antagonismos que alcanzan su pleno desarrollo en esta sociedad.»

Friedrich Engels en «Las características de la Monogamia» del ensayo «La mujer y el comunismo»

Cuando hablamos de monogamia no nos referimos a las relaciones interpersonales que forjan entre sí los individuos, nos estamos refiriendo al sistema por el cuál se estructura toda la sociedad en torno a la idea de familia nuclear monógama y cishetero. Esto conlleva a una educación en clichés opresivos que nos conducen hacia este modelo. A esto lo llamamos «constructo del amor romántico» y lo podemos ver desde la cuna con los cuentos de princesas o las series infantiles. La institución de la monogamia, como agente opresivo de las disidencias, estructura la forma en la que debe reflejarse nuestra sociedad. Así nos muestra mujeres cuyo objetivo es ser madres y servir a sus familias; hombres que son proveedores de sus familias y a la vez son capaces de seguir ejerciendo su masculinidad dentro y fuera de casa (Dicotomía Santa-Puta). Y cuando os enseña familias no cishetero, lo hace inculcándonos que también deben cumplir esos roles. Enseñándonos que configuraciones familiares de dos mujeres siempre van a tener roles distintos y separados y dos hombres también. Construye todo lo que deseamos y todo lo que creemos como natural a nosotres mismes, creándonos unas necesidades y unas formas de satisfacerlas muy concretas.

«…[La Monogamía] Nace de la familia sindiásmica en el período de la transición entre los estadios medio y superior de la barbarie. Su triunfo definitivo es uno de los síntomas de la naciente civilización. Se fundamenta en el predominio del hombre y su fin expreso es el de procrear hijos cuya paternidad sea indiscutible. Esta paternidad indiscutible se exige porque los hijos, en calidad de herederos directos, han de hacerse un día con los bienes de su padre. La familia monogámica se diferencia del matrimonio sindiásmico por una solidez mucho mayor de los lazos conyugales, que ya no pueden ser disueltos por deseo de una de las partes. Ahora, como regla, sólo el hombre puede romper esos lazos y repudiar a su mujer.»

Friedrich Engels en «El origen de la familia monógama» en el ensayo «La mujer y el comunismo»

Familia nuclear monógama y cishetero

Cuando hablamos de la familia nuclear cishetero y monógama, no debemos hacerlo en vano, porque esta institución es la base de toda la sociedad capitalista y de las relaciones productivas y no productivas que se dan dentro de la misma. El patriarcado se vale de la familia para someter y dominar a las mujeres, creando lo que Marx define como «la primera división de clases» dentro de las relaciones entre hombres y mujeres. La mujer es, en este contexto, la clase oprimida por la clase opresora representada por los hombres. Hay que tener en cuenta que cuando Marx habló de esto, lo hizo desde una perspectiva alejada de las identidades trans y no binarias de las realidades queer, donde también existe una subordinación en torno al género que nos oprime. No podemos hablar de clases en torno al género y la división sexual del trabajo sin entender que aquí no solo somos oprimidas las mujeres por el hecho de ser mujeres. Que las identidades queer somos atravesadas de forma directa por la imposición de la dicotomía sexo-género, la monogamia y la familia. Conllevando por alienación a la opresión de otros grupos vulnerables incluso por aquellos y aquellas obreras ya oprimidas por el capital, que utiliza esta alineación para que sea el propio proletariado quién mantenga las construcciones que sustentan el sistema al completo.

«Todo el armatoste opresivo del capitalismo defiende la monogamia en sus códigos sexuales porque sabe muy bien que solo el derrumbamiento de este puntal poderoso hará la verdadera Revolución. Pareja humana, propiedad privada, capitalismo. He aquí tres piedras que se sostienen mutuamente. (…) Es indispensable ir al reconocmiento pleno, por parte de la sociedad, de todas las formas de unión amorosa; tal es la salida auténticamente revolucionaria y liberadora del problema. (…) Hemos fijado unas normas convencionales y nos pareces leyes inmutables de la Naturaleza.»

Amparo Poch en el Prólogo de «El matrimonio libre»

Y como tal, la institución de la familia nuclear empapa absolutamente todas nuestras formas relacionales haciendo que repitamos los mismos comportamientos con amigues, compañeres de curro o clase, camaradas, trabajadores que nos brindan servicios en nuestro día a día, etc. Esto ocasiona en muchos casos que, aquellas personas que tienen familias disfuncionales donde se dan situaciones de abuso, sean más susceptibles de repetir dichas situaciones de abuso (como víctimas y como victimarios). Manteniendo el ciclo de violencia y pasándolo a la siguiente generación.

Estas violencias aprehendidas se cuelan en nuestra vida productiva y acabamos asumiendo que nuestros jefes pueden maltratarnos y abusar de su poder porque son esa figura de poder que a menudo asociamos con nuestros progenitores. Permitimos la violencia capitalista no solo porque necesitamos el dinero, que evidentemente también, sino porque hemos normalizado la violencia hasta el extremo a través de la violencia que ejercieron y ejercen sobre nosotres nuestras familias. A nadie le permitiríamos que nos robara nuestra fuerza de trabajo y nos diera solo una ínfima parte de lo que gana con el mismo. Salvo a nuestras familias y al sistema capitalista. La mayor muestra de esto son las amas de casa, esas mujeres que dedican por completo su tiempo y su productividad a sus familias, sin las cuales la vida productiva del resto sería completamente imposible y sin las que el capitalismo caería por su propio peso. Sin embargo son también las más precarizadas, ya que su fuerza de trabajo no es vista como tal, sino como «amor». Y sobre la falacia del amor de madre, se construye el sometimiento de las mujeres a los hogares no por elección libre, sino por la imposición de todo el sistema opresivo sobre nuestras decisiones. Y esto no cambia, lamentablemente, en las familias no cishetero pero sí monógamas, que repiten los mismos constructos sociales y opresivos. Volviendo, una vez más, a precarizar los cuidados y entenderlos como algo que no debe ser valorado. Los cuidados son la base de la sociedad al completo, merecen su respeto y su reconocimiento. Al cual no podremos llegar dentro del capitalismo, porque ningún dinero podría reconocer la importancia de sostener la vida de nuestres vástagos y familias. Ningún precio que podamos poner, podría si quiera acercarse a lo significa cuidar.

Contradicción con lo Queer y lo Disca

Ser monógame y disidente es, por tanto, una contradicción. Las contradicciones son todas esas cosas que hacemos como forma de sobrevivir dentro del capitalismo pero que son contrarias a los intereses de nuestra clase y de nuestras identidades. Es por eso que cuando se trata de monogamia, es tan importante decir que es una contradicción para las personas disidentes. Ya se ha tratado en otros textos la contradicción respecto al género o a la raza, pero como siempre faltan cuestiones a analizar.

Aún queda mucho por decir respecto a las relaciones monógamas dentro de la comunidad queer, porque hasta hace muy poco no se nos permitía ni siquiera existir dentro de las normas establecidas dentro capitalismo. Pero ahora que cada vez está más aceptada la familia no cishetero, es hora de romper también con la idea de la familia monógama. Es hora de darnos cuenta que no sirve de nada que le hagamos el juego al capitalismo adaptando nuestras familias y nuestras formas relacionales a los deseos de perpetuación del capital. Necesitamos romper con la imposición de la monogamia porque nos daña de forma directa. La aceptación de lo queer no puede pasar por la creación de nuevas formas de perpetuación del patriarcado capitalista. No puede pasar por falacias que relacionen nuestra disidencia con las violencias capitalistas. Y sí, nos referimos precisamente a la gestación subrogada, una forma de explotación de las mujeres más vulnerables que pretende normalizar (en términos capitalistas) las familias queer a través de la imposición del capitalismo y de, una vez más, el modelo de familia nuclear monógama. Pretende dar de nuevo esa estirpe cuya legitimidad no pueda ser puesta en duda a través de los genes. Vuelve a imponer a las mujeres su papel de incubadoras pero ya no el de cuidadoras, al menos no de la misma forma que años atrás. Ya no es la misma mujer que pare la que cuida, ahora a esa mujer se la paga una miseria por parir (o ni eso) y se le da sus vástagos a otras mujeres también vulnerables (las niñeras, las nanis, las cuidadoras, las abuelas incluso) el papel de cuidar de una prole que permita mantener el sistema intacto dentro de la disidencia. Se nos vende la idea individualista de mantener intacto la perpetuación de nuestro linaje como algo natural, cuando es un deseo construido por el capitalismo. No existe ningún motivo por el que debamos continuar reproduciéndonos en un planeta en el que los recursos se están acabando y ya existen millones de personas que mueren de hambre cada día. ¿Por qué entonces hemos aceptado como un avance e, incluso algunas personas como un derecho, la idea de seguir generando una catástrofe medioambiental a la vez que explotamos mujeres y otras feminidades no binarias, de múltiples formas? No, la perpetuación de nuestro linaje y de la familia nuclear en el proceso no es, en ningún sentido, un derecho que deba ser reclamado por nadie y mucho menos por el colectivo queer. Quienes reciben una de las consecuencias negativas más directas por parte de esta institución.

Ocurre lo mismo con la contradicción que supone para las discas y las locas. Nosotras no tenemos la opción de elegir si queremos ser madres, no se nos permite. Ya sea a través de las esterilizaciones forzosas, de la retirada de custodias a las locas y discas, o de la reclusión de éstas en psiquiátricos y residencias donde no se nos permite existir. Las discas y las locas no podemos ni deberíamos querer mantener la monogamia porque, dentro de esta institución, se asienta una de las violencias capacitistas y cuerdistas más peligrosas: las curatelas y tutelas. A través del matrimonio y la familia se impone que nuestro dueño es nuestro marido o nuestres progenitores, pudiendo tutelarnos en situaciones de vulnerabilidad. Eliminando las libertades que nos confieren los pocos derechos discas que hemos peleado. La monogamia es una cárcel para todes, pero para nosotras es también una residencia, un psiquiátrico o la muerte en vida. Y lo peor es que el propio sistema nos empuja por indefensión hacia la propia institución de la monogamia, porque sentimos que si no encajamos en sus parámetros, no se nos permitirá vivir en sociedad. Así se nos empastilla, se nos somete a operaciones innecesarias que pretenden «normalizar» nuestra discapacidad; y se nos aniquilan las formas de relacionarnos desde los cuidados mutuos, los afectos, la empatía y el amor libre. Se nos dice continuamente que nadie nos va a querer porque estamos rotas, porque nuestras realidades son demasiado agotadoras para todo el mundo, y que debemos aprender a sobrevivir solas para que alguien se apiade de nosotras y decida compartir su tiempo con nosotras. Así, cuando de verdad encontramos a alguien que parece querernos, dejamos pasar múltiples formas de violencia porque si no sentimos que nadie nos va a querer, porque no merecemos ser queridas. Y porque nos culpamos de no poder cumplir con nuestro papel dentro de la propia institución del matrimonio y de la familia. Mantenernos dentro de la monogamia no solo es dañino, si no que es realmente absurdo. Necesitamos una red inmensa de cuidados mutuos que no van a encuadrarse jamás dentro de la monogamia y su individualización de los afectos.

Las discas y las locas necesitamos una red inmensa de cuidados mutuos que no van a encuadrarse jamás dentro de la #monogamia y su individualización de los afectos.

No Monogamias

A pesar de que es evidente que la monogamia debe ser abolida por completo de nuestra sociedad, no podemos sustituirla por otros sistemas que sigan manteniendo las mismas construcciones patriarcales y capitalistas que no corresponden, en ningún caso, al amor libre. No podemos caer en convertir el amor en poligamia, porque esa conversión no nos aleja del individualismo capitalista. La poligamia no es poliamor, no son sinónimos, igual que tampoco lo son la monogamia y el monoamor.

La poligamia hace referencia a «monogamias múltiples» en las que solo el marido puede tener múltiples esposas, o lo que entenderíamos como relaciones basadas en las mismas violencias que la monogamia, pero en la que intervienen más personas. No basta solo con tener varias parejas, no basta con empaparnos del amor líquido. Necesitamos reconstruir por completo las ideas que tenemos sobre el amor, los cuidados y cómo nos relacionamos en sociedad. De la misma manera, tu relación no es monoamorosa solo porque a ti te dé la gana llamarla así. Si repites las mismas premisas que la monogamia, si vuelves a caer en los constructos del amor romántico, sigues metide hasta la médula en una relación monógama. Por mucho que nos empeñemos en creer que nuestras relaciones escapan de las construcciones sociales de la monogamia, es un error. Nunca podremos escapar de la monogamia dentro del capitalismo. Suena descorazonador y bastante negativo leerlo tan crudamente, pero es la realidad. Mientras nuestras relaciones sigan sirviendo al engranaje capitalista de la familia nuclear y sigamos utilizando las familias y las parejas como formas de sobrevivir al capitalismo en lugar de romper con él, seguiremos estando empapadas de monogamia.

No existe consumo ético dentro del capitalismo, tampoco existe relaciones éticas dentro del capitalismo. Podemos intentar construir relaciones más amables y vidas menos miserables a través de las mismas. Pero dentro del sistema capitalista seguirá sin ser suficiente para acabar con la institución de la familia y la monogamia. Seguirá sin ser suficiente para acabar con las opresiones sistemáticas mientras sigamos creyendo que las elecciones individuales van a hacer un cambio real en la sociedad que nos destroza para seguir enriqueciéndose a nuestra costa.

Conclusiones

La monogamia, como cualquier otro sistema de alienación de la clase proletaria es una contradicción violenta contra las disidencias del sistema. Es una institución que debe tener fecha de caducidad exactamente igual que el sistema al que sustenta. Ninguna relación basada en la monogamia y sus constructos puede ser una relación entre iguales y en la que no haya violencias de diversos tipos. Pensar que nuestras relaciones están bien solo por el hecho de que «estamos bien» sin analizar en qué estamos basando nuestra felicidad, no es más que una mentira que nos decimos a nosotres mismes para intentar sobrevivir.

Cualquier cosa que no implique abolir el sistema capitalista es inútil porque obedece a las normas de producción. El amor libre puede plantear modelos relacionales menos horribles, pero seguirán cayendo en construcciones capitalistas que nos dañan de una u otra forma. De nada nos sirve cuestionar el sistema cishetero si se mantiene en el camino la monogamia y con ella la institución de familia nuclear que relativiza e individualiza las relaciones interpersonales.

Bibliografía

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