Mitos del sexo

Artículo Colaborativo, Autoras:

Hace unos meses introdujimos la temática del sistema Sexo-Género de una manera muy simplificada y que ayuda a comprender de dónde nace la opresión patriarcal sin caer en falacias biologicistas ni liberalidades varias.

Sin embargo, teniendo en cuenta lo amplio que es el concepto del sistema sexo-género, nos dejamos muchísimas cosas en el tintero que planeábamos disertar más adelante, una de ellas son los mitos del sexo. Estos mitos son un conjunto de creencias populares que se han instalado en el subconsciente colectivo, creando de esta manera determinados comportamientos compartidos por prácticamente toda la sociedad que nacen de estas creencias equivocadas sobre el género desde una percepción sesgada del sexo. Estas ideas han creado una impronta social que se ve reflejada en la economía de las mujeres, en la división sexual del trabajo y en el mantenimiento del capitalismo.

Mito de la Inteligencia

Dorothy Vaughan, Katherine Johnson y Mary Jackson, las tres mujeres negras sin las que el hombre no hubiera llegado a la luna.

Desde que se empieza a gestar la idea de que ambos géneros no son tratados de la misma forma, se crea a su vez la idea extendida de que las mujeres son menos inteligentes que los hombres, lo que conlleva a que no podamos realizar determinadas tareas que son «de hombres» (matemáticas, física, empresariales, ingeniería, informática, aeroespacial etc.) hasta el punto que nosotras nos hemos creído esta gran mentira, lo que se traduce en que estas profesiones han sido masculinizadas desde hace décadas. Aunque de un tiempo para aquí se está dando una tijera en las cifras de estudios superiores respecto al género, sigue existiendo un bajo número de profesionalización femenina de estos estudios mientras los estudios o profesiones clásicamente femeninas, están siendo profesionalizadas por hombres.

Los y las investigadoras Ernesto Rubén, Paola Sapienza y Luigi Zingales; diseñaron un experimento que pretendía comprobar si el género de las personas era una de las razones por las que se contrataba más hombres en profesiones tradicionalmente entendidas como masculinas, los resultados no nos sorprenden: Sin la provisión de información sobre los candidatos además de su apariencia, los hombres tienen el doble de probabilidades de ser contratados para una tarea matemática que las mujeres. Además de los prejuicios machistas que nos caracterizan como sociedad, hay que añadir la cuestión de que a las mujeres jamás se nos anima a realizar estas profesiones de forma activa, toda nuestra vida nos han dicho que estas cosas no son para nosotras, tanto que ni siquiera aparecemos en los libros de texto como ejemplos de mujeres científicas para estos ámbitos, ¿cómo no vamos a creer que no valemos para ello, si no tenemos ejemplos que demuestren lo contrario? No podemos creer que las mujeres somos unas excelentes investigadoras científicas, mientras se sigue ocultando que quien realmente descubrió la doble hélice del ADN humano, era una mujer: Rosalind Franklin. Sin embargo, los méritos los acabaron acaparando los dos hombres que dieron las últimas pinceladas de su trabajo llegando a titularla con sus respectivos nombres como doble hélice de Watson y Crick.

Mito de la Fuerza

Por supuesto, la idea de la fuerza siempre ha estado ligada a la masculinidad hegemónica, a la testosterona y a los cambios que se dan durante la pubertad que confieren una musculatura diferente. Diferente no implica mejor, ese es el tema del que queremos hablar: La idea de que los hombres son, por naturaleza, más fuertes que las mujeres se sustenta en prejuicios arcaicos que a día de hoy no son más que patrañas desfasadas que no obedecen a la realidad social actual. Y aunque así fuera, a día de hoy, la fuerza importa muy poquito a no ser que seas deportista, ya que existen mil herramientas que suplen la falta de fuerza de los individuos. Así de nuevo se ha creado un conjunto de prejuicios en torno a ciertas profesiones que no son «de mujeres» por la necesidad de fuerza que implican (mecánica, halterofilia, piloto, boxeo, arquitecto, albañil, fontanero, etc.) que han supuesto que las mujeres fuéramos expulsadas de estos ámbitos hasta hace poco, aunque aún hoy se nos ponen muchísimos obstáculos para acceder a estas esferas. Todo ello deja una impronta social que supone una clara diferencia entre hombres y mujeres que se dedican a estos ámbitos y que consiguen reconocimiento dentro de ellos. Lo curioso es que al mismo tiempo las mujeres somos relegadas a trabajos de cuidados, donde usamos nuestra fuerza para levantar a personas en estado de dependencia, lo que se traduce en levantar 90kg casi cada hora, pero las mujeres somos más débiles.

Así no conocerás a deportistas femeninas en aquellos deportes clásicamente entendidos como de hombres, pero eso tiene una fácil solución: La información. Y es que no solo pretendemos con este artículo desmontar estos mitos absurdos que tanto daño nos han hecho, si no también ofrecer un espacio a todas aquellas mujeres que han sido borradas de la historia.

Mecánica.

Bertha Benz, primera mujer mecánica de la historia.

Bertha Ringer nació en 1849 en Pforzheim, una ciudad perteneciente al Gran Ducado de Baden. Novia del fabricante de motores Karl Benz, ayudó a su futuro marido a mejorar el taller en el que trabajaba. Además destinó a esta empresa parte de su dote, convirtiéndose en inversora de la entonces naciente industria automovilística. Aunque debido a las convenciones sociales existentes en aquella época, tras casarse se convirtió en ama de casa sin derecho empresarial sobre el negocio.

Sin embargo, esta mujer impresionante, patentó un automóvil que llamó «Benz Patent Motorwagen», el cual no salió a la venta por las dificultades económicas que atravesaba la familia en ese momento. Pero ella decidió que no iba a dejar que su invento cayera en el olvido, y realizó el trayecto más largo en automóvil de la época al recorrer 106 kilómetros. Durante el trayecto, Bertha tuvo que realizar algunos arreglos al automóvil, lo que supuso el nacimiento del mantenimiento y reparación del coche.

Halterofilia.

Lydia Valentín, campeona olímpica de Halterofilia.

Una de estas mujeres es la española Lydia Valentín, que se ha ganado a pulso (nunca mejor dicho) una posición destacada en el deporte de nuestro país, proclamándose campeona olímpica de Halterofilia en la modalidad de 81kg, cuyo recórd son los 249kg (arrancada 113kg y dos tiempos 136kg).

Piloto.

Charlie Martin es la primer piloto mujer y trans de nuestra historia.

A pesar de que en el mundo del pilotaje de coches, las mujeres siempre hemos estado presentes, desde la primera mujer en competir en un Gran Premio: Maria Teresa de Filippis; pasando por Lella Lombardi, Divina Galicia, Desiré Wilson o Giovanna Amati, hoy queremos rendir homenaje a la primera piloto transgénero de la historia automovilística: Charlie Martin.

Charlie Martin es todo un ejemplo a seguir: es portavoz de Stonewall, la organización benéfica LGTBI más grande de Europa. Desde la organización anima a todo el colectivo a participar en el mundo del deporte y a dejar atrás el qué dirán. Ella lo ha conseguido y aún le quedan muchos retos y sueños por cumplir, como el de convertirse en la primera piloto trans en completar las 24 horas de Le Mans, una de las carreras de resistencia más importantes del mundo del automovilismo, para lo que lleva preparándose en los últimos meses.

Boxeo

Marian ‘Tyger’ Trimiar y Jackie Tonawanda , primeras boxeadoras de la historia.

Estas dos mujeres negras fueron las primeras en conseguir una licencia profesional de boxeo para poder participar en las competiciones como los hombres. A pesar de haber sido recibidas entre las risas de quienes ya habían conseguido ese espacio (los hombres), ellas estaban orgullosas de haber llegado hasta allí porque era el inicio para que todas podamos ser lo que queramos ser.

Arquitectura.

Julia Morgan, la primera mujer admitida en la Escuela de Bellas Artes de París y en 1902 se convirtió en la primera mujer titulada en arquitectura en el mundo.

Además de ser la primera mujer titulada en arquitectura de la historia, diseñó más de 700 edificios, muchos de los cuales fueron encargados por organizaciones de mujeres que realizaron una importante labor de apoyo a la educación femenina, reflejo del nuevo papel que la mujer ya reivindicaba a principios del siglo XX.

Sin embargo la lista de mujeres arquitectas es eterna: Signe Hornborg, Gae Aulenti, Charlotte Perriand, Lina Bo Bardi, Zaha Hadid, Benedetta Tagliabue, Kazuyo Sejima, Anna Heringer, Tatiana Bilbao, Ana María Gutierrez, Rhina Portillo; entre otras cientos de miles que hicieron y hacen historia.

Mito del Reloj Biológico.

Frases típicas en torno a la maternidad que las mujeres hemos escuchado alguna vez en nuestra vida.

Como bien hemos señalado anteriormente, la estructura patriarcal se sustenta principalmente en un pilar: el potencial reproductor de las mujeres. Para ello es necesaria toda una maquinaria que nos diga que ser madres es nuestra única función como seres humanos, lo que conlleva a que muchas mujeres lo sean sin realmente desearlo o que otras sientan rechazo de sí mismas por no poder serlo.

Todo ello alimenta el mismo sistema y da fuerza a la misma idea de que las mujeres somos las cuidadoras. Así si pensamos en todas las profesiones que nos quedan que no son «de hombres» la mayoría pertenecen al sector de los cuidados. A las mujeres y a todo lo que rodea a la feminidad, se le otorga un potencial casi mágico de «dar vida» esto ha sido plasmado en las deidades de todas las culturas conocidas, las diosas siempre son las hacedoras de vástagos, las madres. Y así nace un imprescindible de la lucha feminista que en ningún momento vamos a olvidar: La necesidad de hablar de la vagina.

Y aquí entramos de lleno a criticar una gran falsedad que han intentado colar en todos los discursos de odio hacia las compañeras trans: Hablar de coños no es transfobo. Lo que es transfobo (y misógino) es reducir a las mujeres a coños andantes. Las compañeras trans no tienen ningún problema en que señalemos la realidad de la opresión sobre el potencial reproductivo de las mujeres cis fértiles, es imprescindible hacerlo para poder entender el sistema sexo-género de forma correcta.

Mito de la impureza de la regla o la vulva.

Imagen del cuadro «El Origen del Mundo» de Gustave Courbet con la frase de «Yo no salí de tu costilla. Tú saliste de mi coño.»

En torno a la reproducción se han construido también tabúes que perpetúan la idea divina del origen de la vida y de la sexualidad. Estos tabúes lo único que hacen es acallar la realidad de las mujeres, poniendo de nuevo un ladrillo más en el muro infranqueable entre sexos. Así hay culturas que consideran la menstruación como una cuestión peligrosa y empujan a las jóvenes a aislarse de la tribu para no «contaminarla», pero a pesar de que en Occidente no se nos aísle de forma sistemática, no se habla de la regla. Vemos sangre constantemente en la televisión, pero los anuncios de compresas utilizan un líquido azul, no vayas a creer que las mujeres sangran por el coño. Por supuesto esto también forma parte de la cisnorma, ya que en torno a este pilar se construye la identidad de la mujer y es sobre este pilar sobre el que se apoya el género para no hablar de mujeres trans o intersexuales.

Todo lo que rodea la idea de la mujer en sentido sexual, es tratado como tabú o como algo sin importancia, lo que conlleva a un claro desconocimiento de la realidad de las mujeres cis en cuanto a su cuerpo, sus procesos naturales y su placer. Todo ello constituye una parte inherente en nuestra opresión, pero no es significante de lo que es ser mujer ni mucho menos. Mantener esta idea solo confiere de nuevo a la vulva y la maternidad un poder que no tiene, que es el de oprimirnos. Se nos oprime por ser mujeres, no por nuestros genitales ni procesos.

Mito de la Belleza

Representación de los cánones de Belleza a lo largo de la historia desde la aparición del patriarcado (Durante el Neolítico, con la aparición de la propiedad privada).

Los cánones de belleza son uno de los grandes problemas que llevamos arrastrando las mujeres desde los albores del patriarcado. Siempre caemos en la trampa de validarnos a través de nuestra belleza, olvidando que la belleza no es más que una idea subjetiva creada por el sistema patriarcal y el capitalismo, para que jamás estemos satisfechas con nuestros cuerpos y consumamos productos que prometen acabar con todos esos «defectos» que nos han hecho creer que tenemos.

Así se representa para todas las mujeres, independientemente de si son blancas o racializadas, sanas o discapacitadas, cis o trans, etc. La validación a través de la belleza nos atraviesa a todas por igual, aunque lo haga de diferentes formas.

Los cánones de belleza no han sido inmutables a lo largo de la historia. La enorme evolución de estos desde la simetría grecorromana, pasando por las gruesas damas del Barroco hasta el ideal actual refleja su carácter cultural, alejado de las adaptaciones evolutivas que las posturas más tradicionales se empeñan en sostener. Tales cánones responden al ideal de feminidad que proyectan las mujeres de clase dominante por un lado, ya que no era atractivo el cuerpo moreno hasta que lo popularizara Coco Chanel ni lo eran las siluetas de reloj de arena extremas hasta las Kardashian. Tampoco lo eran los cuerpos depilados hasta que las empresas de afeitado de los cincuenta necesitaran ampliar su cuota de mercado.

Podría creerse que tanto hombres como mujeres son sometidos a presión estética, y en la sociedad actual que a través de medios de comunicación, Photoshop y redes sociales proyecta una imagen cada vez más irreal de los cuerpos sería un flagrante error negar lo contrario. Sin embargo, hemos de matizar que, en tanto que la sociedad es capaz de considerar al hombre como sujeto transcendente, no subordina sus logros a su imagen física como ocurre a las mujeres, a las cuales se las exige además de su cualificación profesional y personal, una cualificación estética. La mayor prevalencia de transtornos de la conducta alimentaria, o las diferentes preocupaciones por género en el transtorno dismórfico corporal son consecuencias directas de esta presión que sufren las mujeres.

Asimismo, conviene mencionar el aspecto de la normatividad. Y es que la belleza se entiende en esos términos, haciendo pasar bajo su listón a las disidentes. La mujeres racializadas sometidas a blanqueamientos de piel, las mujeres trans que acceden a cirugías de feminización facial, las discapacitadas que intentan disimular lo más visible de sus discapacidades por temas estéticos… son presa de unos estándares estéticos blancos, cisheterosexistas y capacitistas.

Ante esta problemática, el movimiento body positive ha intentado reinvindicar todos los cuerpos en toda su diversidad como válidos y bellos. Sin embargo, hay una problemática intrínseca al movimiento bodyp positive y es que a día de hoy trata de volver a valorar los cuerpos no normativos a través de la belleza, lo que supone un error en sí mismo. No es que aunque seamos gordas o feas, seguimos siendo guapas, no. El tema es que nuestra validez, nuestro argumentos, nuestra vida y nuestra realidad no se define en valor a lo que se considera hermoso. Decir que somos bellas seamos como seamos, es hacerle el juego al enemigo, ya que vuelve a crear unos cánones de belleza para los cuerpos no canónicos, en los cuales las guapas son aquellas que no tienen barriga, pero sí un culazo y muchas tetas, esas son las gordas «válidas» para el sistema, las que siguen siendo objeto del patriarcado y siguen siendo objetivo del disfrute masculino.

Conclusiones

Es obvio que al rededor de las ideas cisnormativas de lo que es ser hombre o mujer se han construido unas ideas equivocadas que han servido para mantener el sistema capitalista al rededor de la familia nuclear, la división sexual del trabajo y el potencial reproductivo de las mujeres cis fértiles. Sin embargo, el sistema patriarcal capitalista no se detiene ahí, como bien ya hemos explicado en el artículo del sistema sexo-género, necesita de estas ideas para que nos pongamos del lado del propio sistema e ignoremos que nos dañan las mismas cosas de formas distintas.

No hace tanto tiempo, Sojourner Truth hablaba de que «¿Acaso no soy mujer?» al darse cuenta de que la opresión que vivían las mujeres blancas, se alejaba muchísimo de la que afectaba a las mujeres negras y esclavizadas en Estados Unidos. De la misma forma ahora sería necesario preguntarnos si acaso otros grupos de mujeres dejan de ser mujeres porque no les afecte el tema del aborto o de la tasa rosa, por poner un ejemplo. La respuesta parece obvia. Por supuesto que somos mujeres, somos mujeres migrantes, racializadas, trans, lesbianas, bisexuales o discapacitadas. Somos mujeres y nos siguen asesinando, violando, maltratando y oprimiendo mientras se construyen discursos de odio que pretenden separarnos para mantener la posición de aquellas que ya han conseguido igualarse a sus maridos y ahora no escuchan todo lo que queda por conquistar. Ven enemigas donde hay aliadas, y eso es lo único que puede acabar con su feminismo, el hecho de que no saben ni sabrán lo que es la verdadera sororidad.

Bibliografía

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