¿Qué es ser mujer?

Recomendamos leer este artículo acompañado de este para facilitar su comprensión.

Debido a la complejidad del artículo, ha sido coescrito por @eirepandemonium, @bambulajebitiesa y @stopmay0s

«¿Que es ser mujer?» es una pregunta que es una constante en la vida de una mujer trans. Te hartas de que te la hagan sin parar cada vez que alguien considera que tu condición de mujer esta abierta a debate. En este artículo trataremos de dejar zanjada esa pregunta. Para ello primero analizaremos el marco en el que se produce, responderemos qué no es ser mujer y seguidamente trataré de contestar qué es ser mujer.

¿En qué contexto se pregunta a una mujer trans qué es ser mujer?

Considero que esta es la cuestión más importante de la dichosa pregunta. A una mujer trans se le pregunta qué es ser mujer para exigirle que dé argumentos de que merece respeto, de hecho es una pregunta que se hace a modo de anzuelo. Posteriormente se creará un debate en el que la persona que ha hecho la pregunta abusará de la relación de poder existente para «opinar» que la mujer trans no es mujer. De no existir dicha relación de poder se le podría dar la vuelta a la tortilla.

Esta pregunta no se le hace a nuestras compañeras cis, porque se entiende que ellas son la norma de lo que es ser mujer. Se entiende que ellas son el modelo que la sociedad ha escogido para dicha etiqueta, ergo si cumples el modelo, no tienes que explicar qué es ser mujer. Pero a aquellas mujeres que se salen de ese modelo sí se las cuestiona como tal. Se las cuestiona porque existe un sistema sociocultural que las excluye de lo que es ser mujer, pero que al mismo tiempo las está oprimiendo como tales.

En resumen, hacerle esa pregunta a una mujer trans es una consecuencia y abuso de una relación de poderes desigual en la que ella sale perdiendo.

Una aproximación feminista a la definición de mujer

La pregunta en cuestión se la hicieron antes muchísimas otras mujeres CIS, muchos años antes, pero personalmente, las mejores aproximaciones que tenemos para poder responder a la pregunta dentro del feminismo nos la dan dos feministas del viejo continente: Celia Amorós y Simone De Beauvoir.

Respecto a  la segunda, en ésta magnífica entrevista de la televisión francesa, tanto en su obra más importante, El Segundo Sexo, podemos extraer que «no se nace mujer, se llega a serlo».  Para la primera, ser mujer es lo contrario a ser hombre, y ser hombre es lo contrario a ser mujer, es decir, se ha definido el mundo a través de los ojos del hombre, y todo aquello que no quiera para sí, será en cada tiempo ser mujer.

Por tanto, si queremos salir de la misoginia, el paternalismo y el machismo a la hora de describir lo qué es una mujer, primero tenemos que definir lo que no es.

¿Qué no es ser mujer?

Ser mujer no es un estereotipo, no es tener unas normas de conducta ni es poder tener hijos. Hay muchas personas que son mujeres y no cumplen ninguno de estas premisas. Ser mujer tampoco es que te atraigan sexualmente los hombres, aunque es un estereotipo aún muy vigente y por el cual en el pasado se excluía a mujeres lesbianas de muchas reivindicaciones de un feminismo muy centrado en las necesidades de la mujer normativa, heterosexual.

Ser mujer no es una condición biológica, no es ser una hembra humana a pesar de todos los intentos que ha hecho el patriarcado por biologizar la condición femenina.

Ser mujer no es el tener cromosomas XX, eso deja fuera a muchísimas mujeres con cromosomas que difieren de ello y no solo las mujeres trans.
Aquí explicamos un poquito mejor todas las variaciones genéticas, fenotípicas, anatómicamente y hormonales que existen para que una persona se salga de lo que socialmente es ser mujer, siendo mujer cis.

Llegado este punto, se reduce el ser mujer a tener vagina o útero, pero hay muchísimas mujeres que en el momento de su nacimiento no tienen vagina y no solo las mujeres trans. Este argumento es hacerle el juego al enemigo, pues llevamos toda nuestra vida peleando para que no se nos reduzca a un coño o que no se nos reduzca simplemente a incubadoras humanas para ahora hacerlo simplemente como forma de excluir a compañeras del feminismo.

Además, no olvidemos que cuando se creó la construcción social de la hembra humana no sabían que eran los cromosomas ni las hormonas. En efecto, fue la construcción binarista de género la que hizo su impronta en nuestra concepción del sexo biológico, de tal manera que es interpretado en unos términos dicotómicos que, tal y como hemos explicado, no se sustentan dada la variabilidad biológica.

Entonces, ¿Qué diablos es ser mujer?

Ser mujer es ocupar la posición política femenina en el sistema patriarcal de géneros, posición a la que se accede al socializar e interiorizar las relaciones de poder que «corresponden» a una mujer en la sociedad patriarcal. El proceso por el cual la persona absorbe la cultura, se integra en la sociedad y conquista su propia personalidad recibe el nombre de socialización. La socialización supone la internalización o interiorización de los contenidos culturales de la sociedad en que se nace y se vive. Por ello, supone también la adaptación a la sociedad y a la cultura. La socialización es un proceso que dura toda la vida. Sin embargo, la socialización fundamental se realiza durante la niñez (socialización primaria) sin que podamos decidir en absoluto.

En la literatura psicológica, el sentido personal de ser uno mismo a través del tiempo y, a la vez, poder diferenciarse de los otros, ha sido retomado por diferentes teóricos vinculándolo al término de identidad, aunque su definición no ha resultado del todo clara. La identidad es en sí misma una especie de dilema en tanto involucra por una parte la idea de singularidad o distintividad, esto es, lo que hace diferente y única a cada persona, pero a su vez refiere la homogeneidad o lo que se comparte con otros y que permite ubicar a la persona como parte de un grupo de referencia. Cada persona desarrolla un sentido personal de sí misma en función de sus experiencias, de su historia, de sus características y de sus percepciones, así como en función de sus interacciones y de los valores y normas que rigen su cultura. Esto lo denominamos personalidad. Debido al dilema que subyace en el concepto de la identidad, algunas veces se confunde la identidad personal con el autoconcepto o la autoestima, en gran medida porque todos estos aspectos hacen referencia al sentido del sí mismo o al “yo”. Sin embargo, pese a que todos son conceptos relacionados entre sí, existe una importante diferenciación entre ellos. En lo que respecta al autoconcepto es importante decir que éste hace referencia al conjunto de ideas, imágenes, sentimientos y pensamientos que una persona tiene de sí misma. El autoconcepto tiene dos dimensiones o componentes: el elemento cognitivo (que se refiere a los pensamientos) y el evaluativo (que se refiere a los sentimientos). De manera que el autoconcepto es el conjunto de creencias que una persona tiene sobre sí misma y que abarca imagen corporal, valores, habilidades y características, pero a su vez está vinculado con un aspecto afectivo que se relaciona con la autoestima, la cual refiere los «sentimientos positivos o negativos que una persona posee sobre sí misma». Por su parte, la identidad se refiere a aquellos aspectos o características que permiten diferenciarse de otras personas y a la vez ubicarse como parte de un grupo ante el reconocimiento de rasgos o comportamientos que sirven de referencia. La identidad constituye entonces una construcción personal en tanto involucra el reconocimiento de la singularidad, la unicidad y la exclusividad que permiten a un sujeto saberse como único, pero a su vez, es también y de manera muy importante una construcción social, en tanto recoge los atributos que una sociedad emplea para establecer categorías de personas (identidad étnica, identidad de género, identidad nacional, etc.), de manera que una persona puede identificarse con determinado grupo y diferenciarse de otro.

Dicho de forma más simple, cuando se habla de identidad, se habla de la persona pero en su pertenencia a un grupo.

Desde la Psicología social, la identidad forma parte de una teoría más amplia que es la del acto social. La identidad bajo esta perspectiva constituye la dimensión subjetiva de los actores sociales, es decir, como se perciben y definen los sujetos desde sí mismos. La identidad tiene que ver con la organización de cada sujeto, en torno a las representaciones que tiene de sí mismo y de los grupos a los cuales pertenece. Cabe aclarar que la identidad hace referencia a un proceso de diferenciación, es decir, las personas y los grupos se autoidentifican en función de su diferencia con respecto a otras personas u otros grupos y a su vez hace referencia a un proceso de integración, que le permite a la persona o al grupo adoptar aquellos aspectos que desde su experiencia o su pertenencia al grupo le permiten identificarse o sentirse parte de éste. En este mismo sentido, destaca la propuesta realizada por Tajfel (1981), quien a través de sus estudios sobre el prejuicio y la discriminación hace evidente la relevancia de los aspectos sociales y define una identidad social como la conciencia que tienen las personas de pertenecer a un grupo o categoría social, además del valor que se le da a dicha pertenencia. Bajo esta lógica, las personas pueden otorgar un valor positivo o negativo a la identidad y por tanto pueden tener una identidad positiva o negativa también. Lo más importante es indicar que bajo esta aproximación se toman en cuenta dos elementos, fundamentales en el desarrollo de la identidad, a saber, la relevancia que tiene el compararse con otros y la competencia social.

La investigación, reflexión y debate alrededor del género han conducido lentamente a plantear que las mujeres y los hombres no tienen esencias que se deriven de la biología, sino que son construcciones simbólicas pertenecientes al orden del lenguaje y de las representaciones. Quitar la idea de mujer y de hombre conlleva postular la existencia de un sujeto relacional, que produce un conocimiento filtrado por el género. En cada cultura una operación simbólica básica otorga cierto significado a los cuerpos de las mujeres y de los hombres. Así se construye socialmente la masculinidad y la feminidad. Mujeres y hombres no son un reflejo de la realidad “natural”, sino que son el resultado de una producción histórica y cultural, basada en el proceso de simbolización; y como “productores culturales” desarrollan un sistema de referencias comunes. De ahí que las sociedades sean comunidades interpretativas que se van armando para compartir ciertos significados. El género produce un imaginario social con una eficacia simbólica contundente y, al dar lugar a concepciones sociales y culturales sobre la masculinidad y feminidad, es usado para justificar la discriminación por sexo (sexismo y cisnorma) y por preferencias sexuales (homofobia). Al sostenimiento del orden simbólico contribuyen hombres y mujeres, reproduciéndose y reproduciéndolo. Los papeles cambian según el lugar o el momento pero, mujeres y hombres por igual son los soportes de un sistema de reglamentaciones, prohibiciones y opresiones recíprocas.

Por esta clasificiación cultural se definen no solo la división sexual del trabajo, las prácticas rituales y el ejercicio del poder, si no que se atribuyen características exclusivas a uno y otro género en materia de moral, psicología y afectividad. La cultura marca a los sexos con un género, y este género es el que marca la percepción de todo lo demás.

¿Y como llega alguien a situarse en la posición política femenina y por tanto ser mujer?

En esta sección no se hablará del análisis de clase social sino de características que interaccionan con la clase social. Sin embargo en aras a facilitar la comprensión obviaremos la sociedad de clases.

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Mediante la socialización, nuestra personalidad se forma con dos elementos; la imposición coercitiva del género (tesis) basándose en los genitales por socialización (antítesis) del sujeto con su entorno y adquisición de modelos, igual identidad (síntesis) de la persona: cómo se identifica respecto al mundo que le rodea, los roles y dinámicas de poder interiorizadas.

¿Cómo un sujeto es socializado?

Mediante varias etapas y agentes el sujeto interioriza patrones de conducta, formas de pensar y de sentir de su sociedad.

Los agentes socializadores en la infancia son la familia y el sistema educativo, en la adolescencia son el sistema educativo y el grupo de iguales quedándose solo el último grupo para la edad adulta. No debe perderse de vista los medios de comunicación de masas a pesar de que en los primeros años de vida su influencia es filtrada por la propia familia y por la propia ideología inculcada por ésta.

¿Cómo un sujeto asimila la socialización a la que se le somete?

Con la adaptación mediante asimilaciones y acomodaciones.
Las asimilaciones se producen cuando el sujeto debe integrar la socialización a la que se le somete y a las estructuras de las que ya dispone como son su propia configuración cerebral. Por consiguiente, el primer proceso en la interacción adaptativa entre el sujeto y la sociedad es asimilatorio; un proceso por el que las estructuras previas se imponen sobre los nuevos elementos modificándolos para integrarlos en su psique y así formar su posicionamiento respecto a su entorno.

Posteriormente vienen las acomodaciones; sin las que no existiría la posibilidad de cambio y que son un proceso que opera en sentido contrario. Trata de acomodar los esquemas formados mediante las asimilaciones para hacerlos consistentes con las experiencias posteriores.

Para complementar lo expuesto reproducimos el modelo de Piaget de los cuatro estadios de socialización del sujeto y auto posicionamiento respecto a su entorno.

desarrollo cognitivo piaget

¿Qué consecuencias tiene el proceso de socialización para el sujeto?

Primeramente le proporciona una identidad social que es el conjunto de características que el sujeto y la sociedad ve como esencialmente suyos, que definen o explican su conducta y que están intrínsecamente ligadas a su personalidad. Dependiendo posteriormente de su identidad social existen básicamente tres consecuencias, una de normalidad y otras dos desviadas:

  1. La integración social que es aquella que se considera normal en la sociedad y en la que el sujeto comparte o asimila las normas, valores, bienes y servicios de la sociedad en la que vive tal y como se espera que haga. En esta categoría no deben incluirse aquellos sujetos que fingen estar de acuerdo con la norma pues la disonancia les crea un profundo malestar en el sujeto debido a que finge encajar por simple supervivencia.
  2. La inadaptación social sucede cuando el sujeto se aleja de los patrones imperantes en la sociedad en la que vive, aún sin llegar a la marginalidad, pero sí recibiendo cierta violencia simbólica por su disidencia.
  3. La desviación social: el sujeto experimenta una disidencia social tan pronunciada que no es en absoluto admisible para la sociedad en la que vive, produciéndose entonces la marginalidad

A consecuencia del proceso mediante el que un sujeto es socializado adopta posiciones y roles sociales, con el primero se le posiciona dentro del status quo y a cada posición social le corresponde una serie de roles sociales que le son permitidos. Entiéndase que una posición social (obviando la sociedad de clases) es algo fijo, un lugar en la macroestructura; mientras que los roles sociales se refieren a los comportamientos de quienes ocupan esas posiciones y que traen consigo distintas limitaciones.

Las limitaciones debidas a los roles son:

  • El sujeto esta limitado a los roles que puede o no escoger debido a que a su vez están limitados por ciertas posiciones sobre las que no tiene control.
  • La posibilidad de elección de las posiciones que ocupa están limitadas o asignadas a ciertas caracteristicas personales y oportunidades ambientales.
  • Al asumirse el rol social, las relaciones con las demás personas quedan predefinidas de antemano.
  • Son posibles ciertas variaciones dentro de los roles, pero la mayoría de las personas actuarán según los roles y como se espera de ellas.

Podría concluirse entonces lo siguiente: Una persona se posiciona a sí misma en la posición política femenina (y por tanto es mujer) al ser socializada por su entorno y procesar dicha socialización mediante las asimilaciones y las acomodaciones. Situándose a sí misma como mujer al haber interiorizado las dinámicas de poder correspondientes.

El proceso de socialización está inducido para que las personas con vagina se posicionen a sí mismas como mujeres y las personas con pene se posicionen a sí mismas como hombres. Dicha intencionalidad tiene éxito en la inmensa mayoría de los casos pero no en todos resultando entonces una persona transgénero, esto es posible debido a que, como ya hemos visto, el resultado de la asimilación depende de las estructuras que ya tuviera el sujeto preexistentes.

Este proceso de socialización aparte de no ser en absoluto natural sino sociocultural, está sujeto a contradicciones por todas partes y una de estas son las mujeres atraídas sexualmente por otras mujeres o los hombres sexualmente atraídos por otros hombres o también las mujeres que rechazan los roles que le son impuestos del mismo modo que también hay hombres que rechazan los roles impuestos en base a su género. Si el sistema patriarcal de géneros funcionase a la perfección estos «fallos» no existirían debido a que no ayudan a perpetuarlo, su «solución» es castigar a la disidencia.

Otra de estas contradicciones son las personas trans que, a pesar de haberles impuesto un género basándose en sus genitales, han socializado e interiorizado las dinámicas de poder del genero opuesto al que se pretendía.

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Julia Serrano: Escritora, activista, doctora en genética, performer de Spoken Word, mujer trans y bisexual, rokera punk. Autora de «La Chica del Látigo», la obra que cambió para siempre la forma en la que las mujeres trans se veían a sí mismas.

Además, uno de los máximos exponentes del  feminismo radical, Kate Millett, refirió en su obra Política Sexual los estudios realizados a lo largo de los años 70 por los científicos Stoller y Money. Fue Money el primero en acuñar el término  «género» que incorporarían teóricas posteriores como Gayle Rubin. Según las conclusiones de estos estudios, la identidad genérica (producto de la socialización que hemos descrito) no tiene por qué corresponderse con la asignación de género que se hace en el individuo al nacer; es en ese marco donde entra la divergente socialización de las personas trans. Por su relevancia para el pensamiento feminista, adjuntamos las páginas que Millet dedicó en su obra Política Sexual al respecto de la identidad de género.

Pero no es posible entender a fondo lo que es ser mujer sin comprender el origen del género femenino ni a que intereses responde.

¿Cómo se creó el género femenino dentro del esquema patriarcal y como se autorregula para su permanencia?

A consecuencia directa de la propiedad privada de los medios de producción y la creación de la división sexual del trabajo con el fin de producir herederos para legar y legitimar dicha propiedad privada. Por ello se creó la explotación reproductiva (que va mucho mas allá de la gestación) para criar herederos de los medios de producción poseídos privadamente. Se necesitaba oprimir a todas las mujeres mediante la explotación reproductiva incluyendo a aquellas que no pudieran ser directamente sometidas a ella. A medida que la propiedad privada y la división sexual del trabajo iban desarrollándose paulatinamente también se fue desarrollando un sistema de géneros cada vez más acentuado con unos roles de sumisión y servicio aparejados a la condición de mujer. Y con el sistema de géneros comenzó la existencia de la mujer, como otredad al hombre que representaba a la humanidad.

El sistema de géneros patriarcal necesitaba por conveniencia que el género dominante (el hombre) fuera el inseminador y el género dominado (la mujer) fuera el gestante; y por ello creó lo que hoy en día conocemos como cisnorma, la presunción de que vagina corresponde a mujer y pene a hombre. Esta asignación coercitiva no está exenta de fallos, pero sí se cumple con la generalidad suficiente como para mantener el sistema. Por ello debe considerarse misoginia toda opresión directamente relacionada con la capacidad de gestar (como la negación al aborto o la gestación subrogada) y también por ello debe hablarse de mujeres en lugar de cuerpos gestantes.

Pero no creamos que la explotación reproductiva afecta solo a las mujeres con capacidad de gestar. Como bien sabemos, siempre ha habido mujeres que no pueden (o no quieren) gestar. La «solución» del patriarcado para estas mujeres ha sido expulsarlas de la categoría de mujer, hacerlas de menos, indignas, repudiarlas como parejas, no merecedoras de ser amadas y, sobre todo, las han relegado a la periferia de la sociedad para ser instrumentos del vicio de los hombres mediante la violación por coerción económica, la cual se conoce habitualmente como prostitución. Esta practica sigue muy vigente hoy en día y es especialmente evidente en el caso de las mujeres trans.

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No olvidemos que la disidencia al sistema de géneros siempre ha sido más severa con mujeres, especialmente si no pueden o no quieren cumplir el rol reproductivo que el patriarcado pretende; puesto que lo necesita para perpetuarse a sí mismo. El castigo por dicha disidencia hacia las personas que han interiorizado y socializado las dinámicas de poder femeninas (las mujeres), se sustenta bajo la premisa de no considerarlas «mujeres de verdad» y por tanto una triste imitación de aquellas mujeres que, según el sistema patriarcal, pueden y quieren (o fingen querer por coerción) cumplir con el rol reproductivo. Esta actitud es altamente permeable en nuestra sociedad tanto en la Iglesia, en la familia, en los centros de poder e incluso en amplios sectores del feminismo. Tan permeable que ha llegado a influenciar dentro del propio feminismo cuando se ha excluido a las mujeres lesbianas llamándolas «Amenaza Violeta» o el propio movimiento actual trans excluyente.

«Cualquier disidencia ante la norma, será castigada. A no ser que sea económicamente explotable»

A día de hoy, parece evidente que las mujeres lesbianas son mujeres y, por lo tanto, se ven influenciadas por el patriarcado en tanto a los roles de poder que se le asignan por su género. Pero no es así con las mujeres trans, volvemos a repetir los mismos errores, se vuelve a excluir a mujeres bajo la premisa de que no son mujeres de verdad.

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«Pienso sobre el #SíTodasMujeres y la cultura de la Misoginia y realmente creo que existe en una gran parte de la población que no quiere culturizarse. Siempre he dicho que amar a a las personas trans, es revolucionario, pero pienso que amar a las mujeres -Realmente amar a las mujeres- es revolucionario también, en un contexto social que es profundamente misógino, que profundamente no celebra la feminidad. Así que es realmente maravilloso ver la creación de espacios que realmente celebran la feminidad y nuestra diversidad y no solo un tipo de Mujer. Eso es revolucionario.» -Laverne Cox-

La imposición que reciben dos personas con vagina o dos personas con pene, pese a su similitud, pueden ser distinta en varios aspectos. Del mismo modo que la socialización del sujeto con su entorno también varia dependiendo de cada persona, y por ello, no hay dos personalidades iguales. Sin embargo el sistema de géneros funciona con la suficiente precisión como para que en su mayoría se produzcan personas heterosexuales y cisgénero convirtiendo al resto en minorías que pasan a ser sujetos pasivos de otros ejes de poder de preponderancia capitalista. Donde se siguen reforzando las mismas ideas reproductivas que en los roles de género, pero con otros oprimidos y opresores diferentes. El sistema capitalista se alimenta de estos ejes de poder, dando a una parte de la población una falsa sensación de autoridad respecto a las personas que se salen de la norma: Lo que conlleva que se alienen y no quieran destruir el sistema que nos oprime a toda la Clase Trabajadora.

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Janyce Raymond, creadora del movimiento feminista trans excluyente.

Situar a estas minorías en puntos de opresión y no revisar las conductas opresoras, es por tanto, una mentalidad burguesa que se nos es impuesta por la sociedad para que el sistema se siga perpetuando y nos siga explotando.

Conclusiones

El sistema Capitalista, ayudado de los ejes de poder por género u orientación sexual, consigue perpetuar el sistema de clases y la idea de la propiedad privada sustentada por la división sexual del trabajo, con el fin de producir herederos para legar y legitimar dicha propiedad privada. Vivimos en un mundo muy complejo, totalmente organizado en torno a ejes estructurales de desigualdad de género, de clase social, de origen étnico, de estatus migratorio o por discapacidad.

Se lleva a cabo una opresión a todas las mujeres dentro del sistema de géneros, pero esa opresión tiene ciertos matices de otros ejes, cuando la mujer se sale de la norma capitalista y patriarcal de «La Buena Mujer». Así entendemos que todas las mujeres son oprimidas por el patriarcado y que, sus diferencias de opresión, no implican que no sean mujeres: Si no que son atravesadas por más ejes que las mujeres normativas. La disidencia ante el sistema capitalista y patriarcal, siempre ha sido más severa con las mujeres, especialmente si no pueden o no quieren cumplir el rol reproductivo que el patriarcado pretende; puesto que lo necesita para perpetuarse a sí mismo. El castigo por dicha disidencia hacia las personas que han interiorizado y socializado las dinámicas de poder femeninas (las mujeres), se sustenta bajo la premisa de no considerarlas «mujeres de verdad» y por tanto una triste imitación de aquellas mujeres que, según el sistema patriarcal, cumplen con el rol reproductivo. Esto no quiere decir que aquellas mujeres cishetero quieran o realmente puedan cumplir con el rol reproductivo que perpetúe el sistema, pero éste se encarga de desechar por otros ejes a estas mismas mujeres que siguen saliéndose de la norma.

Nuestro trabajo desde el feminismo es eliminar esos roles de poder y la opresión patriarcal que nos daña a todas por igual, por lo que juntas somos más fuertes. Juntas podemos destruir mucho más que sin apoyar a nuestras compañeras de lucha por salirse de la norma.

No olvidemos nunca que el feminismo es la lucha por y para todas las mujeres.

Reseñas:

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