Israel y Palestina: No es un conflicto

Llevamos días recibiendo noticias sobre lo que los medios de comunicación denominan “conflicto palestino-israelí”. Esta denominación no es por azar, sino que nos hace emular una situación de guerra en igualdad de condiciones entre dos estados que debería solucionarse mediante un acuerdo entre las partes. Nada más lejos de la realidad: lo que se lleva viviendo en Palestina desde hace más de 60 años es una situación de genocidio y limpieza étnica sistemática por parte del gobierno de un Estado hacia un grupo de población vulnerable.

La realidad es que se nos está vendiendo una situación de dos bandos igualitarios, ignorando una historia de represión detrás de esta situación de violencia, se está ignorando cómo Israel robó las casas al pueblo palestino y los arrojó a ser exiliados políticos en su propia tierra o a migrar al resto del planeta.

#Israel está masacrando al #pueblopalestino ante el silencio y la propaganda del resto del mundo que pretende poner la situación como una guerra entre iguales. #freepalestina

El sionismo

A la hora de hablar de la situación del pueblo palestino, es importante diferenciar conceptos para evitar caer en el antisemitismo o que se nos acuse de ello. El gobierno de Israel se considera a sí mismo baluarte del pueblo judío y por ello nos quiere hacer creer que, cualquier persona que alce la voz frente a sus abusos de poder, está atacando al pueblo judío y lo hace por motivos racistas.

Cualquier crítica por nuestra parte es política frente al gobierno de un Estado que comete crímenes de guerra y atenta contra los Derechos Humanos. Por supuesto, aunque sea una obviedad para cualquiera que nos lea habitualmente, nunca vamos a atacar a una identidad religiosa, étnica o a una nación por los atropellos que cometen sus dirigentes. Nuestra crítica no es hacia los israelíes, ni hacia el judaísmo, ni hacia las personas judías. Criticamos las políticas sionistas del gobierno de Israel.

Cuando hablamos de sionismo nos referimos al movimiento político nacionalista que considera que Israel es el Estado del pueblo judío y su capital es Jerusalén. Por tanto, los habitantes anteriores que pertenezcan a otras etnias o religiones deben desaparecer para permitir el regreso de sus habitantes legítimos, los judíos. Para lograrlo, el gobierno de Israel lleva desde la fundación del Estado diseñando una serie de políticas que culminen en la desaparición de los musulmanes y cristianos de lo que consideran “las tierras del pueblo judío”. Entre ellas se incluyen la ocupación militar con el establecimiento de controles que impiden la libre circulación de los palestinos, a la vez que expropian sus tierras para la creación de asentamientos de colonos judíos. El gobierno de Israel también ha demolido miles de propiedades palestinas y desviado recursos naturales palestinos, como tierras de cultivo y agua. Una forma de represión social que también se está dando en Latinoamérica por parte de los gobiernos colonialistas que quieren expulsar a los pueblos originarios de sus tierras.

La solución de dos Estados

La creación de un Estado Judío en Palestina se llevaba discutiendo desde el siglo XIX, aunque empezó a tener especial relevancia tras la Primera Guerra Mundial. Momento en que Palestina (anteriormente en manos del Imperio Otomano) quedó en poder de la Sociedad de Naciones y se convirtió en un protectorado del Imperio Británico.

Tras la Segunda Guerra Mundial se produjo una migración masiva de personas judías a Palestina. Por otra parte, amparados por organizaciones sionistas, aparecieron varios grupos armados (como el Leji y el Irgún), que tenían como objetivo lograr un Estado Judío independiente recurriendo a actos terroristas.

Mapas de Palestina del último siglo, los cuales reflejan la colonización que sufrido el Pueblo Palestino
Evolución de la ocupación del territorio palestino por parte del gobierno de Israel. Se presentan cuatro imágenes en las que se ve la desaparición paulatina de los territorios palestinos: La situación previa al plan de la ONU, el plan original, la situación tras la guerra de 1948 y los territorios ocupados tras la guerra de los seis días de 1967.

El imperio británico, incapaz de controlar la situación, recurrió a las Naciones Unidas donde se decidió la partición de Palestina en dos Estados, uno árabe y otro judío, quedando Jerusalén bajo la administración de las Naciones Unidas. Tras la retirada británica, el 14 de mayo de 1948, los judíos liderados por David Ben-Gurión declararon en Tel Aviv la creación del Estado de Israel. El 15 de mayo se conmemora el 73º aniversario de la Nakba (“catástrofe” en árabe), día en el que cientos de miles de palestinos huyeron o fueron expulsados por el ejército israelí de sus hogares en los territorios del recién proclamado Estado de Israel.

La declaración de este Estado ilegítimo fue seguida de la invasión del nuevo país por parte de Egipto, Siria, Transjordania, Irak y Líbano, guerra que culminó con la victoria israelí y la ampliación de sus territorios mucho más allá del plan inicial, entre ellos Jerusalén Oeste. Quedaron en manos árabes las zonas de Cisjordania, al este (en manos de Jordania), y la franja de Gaza, al oeste (en manos de Egipto). La zona de Jerusalén Este siguió bajo mandato de las Naciones Unidas. En 1967, tras un largo período de hostilidades, se declaró la guerra de Israel con Egipto, Siria y Jordania, que fueron vencidos de forma fulminante en la llamada “Guerra de los seis días”. Tras ella, Israel pudo hacerse con el poder de Cisjordania, Gaza y Jerusalén Este. Estas zonas se consideran “territorio Palestino ocupado”, en el que se aplica el derecho internacional humanitario. La potencia ocupante, Israel, no puede confiscar la propiedad privada en el territorio ocupado y debe respetar las leyes vigentes en el país.

Por su parte, el Estado de Palestina nació legalmente en 1988. Cuando la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) adoptó la declaración de independencia de Palestina de forma unilateral, reivindicando los territorios palestinos definidos antes de la guerra de 1967 y con capital en Jerusalén Este. Esta organización ha sido el organismo representativo del pueblo palestino ante las Naciones Unidas y otros foros internacionales. En 1994, conforme a los acuerdos de Oslo entre la OLP y el gobierno de Israel, fue establecida la Autoridad Nacional Palestina como gobierno del país. En las elecciones de 2006, se enfrentaron las organizaciones Fatah y Hamás. Fatah abandera principios nacionalistas, seculares y marxistas como miembro principal de la OLP, mientras que Hamás defiende el establecimiento de un Estado islámico para redimir el patrimonio del “pueblo musulmán”. Además, Hamás cuenta con un brazo armado que se considera una organización terrorista por parte de muchos países. Tras una victoria de Hamás con mayoría absoluta, Fatah junto con Israel y Estados Unidos, rechazaron el resultado y sabotearon este gobierno, quedando Fatah al mando de Cisjordania y Hamás en la Franja de Gaza.

El gobierno de Hamás en Gaza no está reconocido por parte del gobierno de Israel, que ha sometido a la población gazatí a un bloqueo que impide la entrada de alimentos, medicinas y material de construcción, entre otros productos, y que se prolonga desde 2007 hasta la actualidad.

En la actualidad, el gobierno israelí tiene el poder sobre toda la población palestina, ya sea de forma legal, mediante la ocupación o mediante el bloqueo de recursos. La Autoridad Nacional Palestina tiene un título vacío y queda relegada a un papel representativo a nivel internacional. Aunque el Estado de Palestina ha sido reconocido por más de 130 países, es miembro de la UNESCO y estado observador de la ONU, no es independiente y no tiene ejército, infraestructuras ni autonomía para tomar decisiones o aplicar leyes sobre su propia población. Las fronteras sólo existen para limitar la libre circulación de los palestinos, mientras que no se respetan por parte del ejército israelí o a la hora de establecer colonias.

Por tanto, la existencia de dos estados independientes está únicamente sobre el papel, en la práctica, el gobierno de Israel aplica sus leyes y controla la vida de la población en todo el territorio funcionando como un único país.

El barrio de Sheikh Jarrah

El último ejemplo del control que ejerce el gobierno de Israel sobre territorios que teóricamente no le corresponden, son las acciones contra los habitantes de este barrio situado en Jerusalén Este, cerca de las murallas de la Ciudad Vieja. Sheikh Jarrah fue en los años 50 un proyecto de vivienda social para refugiados palestinos construido por el Estado jordano. A estos refugiados, que ya fueron expulsados de sus tierras originales, se les prometió que si iban a vivir allí y pagaban el alquiler durante tres años, la vivienda sería suya.

Desde que Israel ocupó Jerusalén Este en 1967, algunas organizaciones de colonos israelíes han presentado múltiples demandas con éxito para desahuciar a los palestinos del vecindario, a pesar de que las familias palestinas cuentan con títulos de propiedad. Jerusalén Este sigue siendo parte del territorio Palestino ocupado, por lo que Israel no debería poder imponer su propio conjunto de leyes para desalojar a los palestinos de sus hogares.

El traslado de partes de la población civil de una potencia ocupante, civiles israelíes, al territorio que ocupa, en este caso Jerusalén Este, está prohibido por el derecho internacional humanitario y puede constituir un crimen de guerra. El objetivo de estas acciones siempre es el mismo: la limpieza étnica de Jerusalén y borrar a la población palestina de la ciudad. Las familias palestinas de Sheikh Jarrah tienen derecho a conservar su hogar, sus tierras y sus casas, donde han construido sus vidas. Y el gobierno de Israel se lo está arrebatando.

Shamesneh, un palestino de edad avanzada y usuario de silla de ruedas, posa con otras dos personas delante de la puerta de su casa en Sheikh Jarrah, de la que fue desalojado en 2017.

Estos hechos provocaron una protesta mundial después de que los residentes del barrio, junto con activistas palestinos, movilizaran una campaña en las redes sociales (#SaveSheikhJarrah) para concienciar sobre lo que está ocurriendo.

Escalada de violencia

Además del atropello de Sheikh Jarrah, el ambiente en Jerusalén ya estaba caldeado por el inicio del Ramadán el 12 de abril, después de que la policía israelí, siguiendo órdenes del gobierno, bloqueara mediante barricadas el acceso a través de la Puerta de Damasco, la zona donde tradicionalmente los musulmanes se reúnen por la noche durante el mes de Ramadán. Esto fue visto por los palestinos como una humillación y control israelí sobre sus tradiciones. Durante el fin de semana del 8-9 de abril, la tensión en Jerusalén creció con enfrentamientos entre palestinos y las fuerzas de seguridad israelíes en la Explanada de las Mezquitas, saldándose con más de 300 palestinos y una veintena de agentes israelíes heridos. En Cisjordania, por su parte, fallecieron 11 palestinos durante las marchas por el aniversario de la Nakba.

Una gran cantidad de personas ondean banderas y pancartas en la Explanada de las Mezquitas, de Jerusalén. AHMAD GHARABLI / AFP

Desde Gaza, Hamás respondió lanzando misiles “en solidaridad con sus hermanos en Jerusalén”, que no causaron heridos. Israel respondió con una serie de bombardeos sobre Gaza, incluyendo un edificio que albergaba a la prensa internacional. Tras seis días, mientras escribimos este artículo, se mantienen el lanzamiento de cohetes por el brazo armado de Hamás y los bombardeos del gobierno de Israel. Fuentes médicas palestinas cifran en los 140 muertos (entre ellos, 34 niños) y en un millar los heridos en Gaza. En el caso de Israel, se han reportado 8 fallecidos y 200 heridos.

Defensa propia y proporcionalidad

Como es costumbre, cada bando esgrime sus argumentos para la violencia y la destrucción del enemigo. No vamos a entrar en ellos ya que consideramos que ningún argumento puede justificar nunca la violencia contra civiles y nos parecen todos igual de deleznables. Lo que sí queremos denunciar es la proporcionalidad de los actos.

Al igual que en todos los enfrentamientos previos entre el ejército israelí y el brazo armado de Hamás, los muertos civiles palestinos multiplican a los israelíes. En los seis días enfrentamiento, han muerto 17 veces más civiles en Gaza que en el resto de Israel. El gobierno de Israel escuda estos hechos en la legítima defensa y en su lucha contra el terrorismo. Sin embargo, por cada judío asesinado por parte del brazo armado de Hamás, el ejército israelí ha matado a 17 musulmanes. Es decir, mueren más inocentes en la «lucha contra el terrorismo» que a manos del propio terrorismo. El hecho de que 17 muertes civiles musulmanas se consideren un precio justo a pagar con tal de evitar 1 muerte civil judía, oculta un concepto siniestro por el que todos los musulmanes de la región son «el enemigo» y sus vidas valen menos que las de «los nuestros», los judíos.

Para poder hacer digerible este supremacismo a su población y a los agentes internacionales, el gobierno israelí y los medios de comunicación insisten en la falacia de los dos estados. Si hablamos de un “conflicto entre Israel y Palestina”, podemos justificar bombardeos contra la población civil como actos de guerra contra otro país. Si consideramos todo el territorio como un mismo país en el que existe una milicia terrorista, resulta más difícil justificar el bombardeo de nuestros propios ciudadanos por compartir espacio, etnia o religión con esta milicia. La situación de Israel con el brazo armado de Hamás podría ser equivalente a la que vivió el Estado Español con la banda terrorista ETA. Por supuesto, nunca se consideró ni remotamente arrasar País Vasco con toda la fuerza del Ejército, asesinar a su población y destruir colegios u hospitales por si los terroristas se ocultaban en su interior. Es simplemente impensable, y debería serlo para cualquier gobierno que se quiera hacer llamar democrático.

Conclusión

La situación de violencia y odio entre israelíes y palestinos es muy compleja y necesita de la predisposición política para acabar con la violencia de forma definitiva. Sin embargo, debido a las profundas raíces del enfrentamiento entre ambos grupos étnicos, la polarización actual evita que los políticos locales o los ciudadanos contemplen siquiera esta posibilidad. Todos han vivido violencia durante toda su vida y han sido convencidos por parte de los medios de comunicación de que “el otro” es el enemigo y sólo merece violencia. Además, se imbrican intereses políticos y económicos tanto nacionales como internacionales por mantener la violencia en la zona.

La labor internacional debe consistir en facilitar un acercamiento entre los ciudadanos a la vez que se evita el abuso de poder por parte del gobierno de Israel, y emplear medidas contundentes contra la vulneración sistemática que se hace de los derechos humanos de la población musulmana. Para ello es imprescindible que potencias como Estados Unidos se posicionen a favor de los Derechos Humanos y dejen de respaldar de forma incondicional al gobierno de Israel, como sucede en la actualidad. Como ciudadanía, podemos unirnos a las campañas de boicot a las políticas sionistas del gobierno de Israel, que se basan en dejar de consumir los productos que hayan sido obtenidos o fabricados en territorios ocupados ilegalmente, o bien los pertenecientes a empresas que favorecen y sustentan dicha ocupación. Este procedimiento ya se realizó en la Sudáfrica del apartheid y fue una de las causas de la desaparición de estas políticas de racismo sistemático.

Una vez cesen las políticas sionistas, la población civil se reconcilie y los palestinos dejen de sentirse desesperados ante las continuas agresiones de un gobierno que los considera ciudadanos de segunda, el apoyo a la lucha terrorista se reducirá y las bandas armadas caerán por su propio peso. Es un camino largo y difícil, pero con voluntad política y apoyo internacional creemos que podría terminarse con esta situación que lleva ya enquistada demasiados años, produciendo el dolor de millones de personas.

“Con esta fe seremos capaces de transformar las discordancias de nuestra nación en una hermosa sinfonía de hermandad. Con esta fe seremos capaces de trabajar juntos, de rezar juntos, de luchar juntos, de ir a prisión juntos, de luchar por nuestra libertad juntos, con la certeza de que un día seremos libres.”

Martin Luther King, 1963
palestine woman gaza peace flag
Imagen de una mujer palestina sosteniendo una bandera, con una kufiya (pañuelo blanco y negro tradicional palestino) que le cubre el rostro salvo los ojos y haciendo el símbolo de la paz con la mano.

Bibliografía

Anuncio publicitario

2 comentarios sobre “Israel y Palestina: No es un conflicto

Agrega el tuyo

  1. Gracias, muy buen artículo.
    Uds piden a EEUU q deje de respaldar al Estado d Israel, muy bien.
    Ahora bien, si EEUU no hubiera intervenido desde el principio en este asunto, Israel no hubiera llegado tan lejos. Han sido los diferentes gobiernos de EEUU quienes están interesados en tener en la zona un baluarte. Y es por ello que los respalan, arman….

    Me gusta

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

Crea un blog o un sitio web gratuitos con WordPress.com.

Subir ↑

A %d blogueros les gusta esto: