Filipo de Macedonia era, además de (presunto) progenitor del famoso Alejandro Magno, un maestro de la manipulación. Prometió a los atenienses salvaguardar sus intereses en Anfípolis, pero tomó la ciudad por sorpresa en cuanto Atenas se vio desgarrada por luchas internas, años aprovecho las negociaciones de la Paz de Filócrates para tomar el paso de las Termópilas.
Entonces Atenas se alió con Tebas para tratar de detener su influencia, pero Filipo ya había tomado posiciones estratégicas clave y los derroto en la batalla de Queronea.
En Atenas cundió el pánico, pero Filipo, en vez de enconarse en una larga e incierta guerra de asedio, prometió no atacar Atenas a cambio de que renunciaran a sus puestos de avanzada del este. Tomó dichos puestos, y la ciudad de Atenea fue suya de todos modos cuando se la «convenció» de entrar en la Liga Helénica que formó el propio Filipo.
Mediante el hecho consumado y el uso artero de la diplomacia, Filipo de Macedonia consiguió sus objetivos políticos.
Esta es la misma estrategia de medias verdades, mentiras y hechos consumados empleada por el PSOE con los derechos trans para obtener rédito político del feminismo y usar a las mujeres trans como enemigo unificador, para así no tener que afrontar los problemas reales de las mujeres.
El pasado oportunista del PSOE
Aunque el PSOE se presente a sí mismo como el gran defensor del colectivo LGTBI y haya introducido algunos derechos civiles básicos, lo cierto es que siempre ha ido muy por detrás, tanto de movimientos como de otros partidos, y ha traicionado las demandas más fundamentales.
Todo el movimiento feminista y LGTBI en la España pre-democracia estuvo liderado por grupos asociados a los espacios comunistas y anarquistas. Todo el tejido social que se fue fraguando en la transición y en las primeras etapas de la democracia sólo miró hacia el Partido Socialista cuando llegaron los Pactos de la Moncloa y el Partido Comunista de España fue legalizado. En las elecciones de 1977 quedó claro que el PCE iba a ser una opción marginal, y el PSOE no tardaría mucho en comenzar a jugar el papel de partido de Estado, responsable de las políticas sociales post-franquistas.
En realidad, las políticas públicas demandadas por todo el colectivo LGTBI son en buena medida indisociables del PCE desde el momento en que cargos del partido acompañaron las primeras manifestaciones del Orgullo en 1977. En los años ochenta y noventa, el PCE e Izquierda Unida (federación formada mayoritariamente por políticos del PCE) lideraron las reivindicaciones integrables en las políticas estatales. Exigían la destrucción de las fichas policiales (bajo la Ley de Escándalo Público se seguía torturando a las personas LGTBI), una legislación para proteger al colectivo, derechos de adopción, educación para el respeto a la diferencia sexual o equiparación entre parejas hetero y homosexuales, entre otros.
El Partido Socialista no introdujo una sola propuesta relacionada con el colectivo LGTBI hasta 1996, y se trataba de una Ley de parejas de hecho ya esbozada por Izquierda Unida. El gran éxito que convertiría al PSOE en el auto-denominado «líder en derechos LGTBI» sería el matrimonio igualitario aprobado en 2005, una exigencia que Izquierda Unida prácticamente ya había integrado en su programa en 1993. La aceptación y elaboración de esta propuesta por parte del Ejecutivo de Zapatero tampoco tiene sentido al margen de la campaña del «voto rosa» que promovieron activistas LGTBI los años anteriores.
En relación a los derechos trans, la situación es exactamente la misma. Desde los años noventa, colectivos trans exigían, tanto en los tribunales como a los partidos políticos, reconocimiento y protección jurídica. Aunque el Tribunal Supremo aprobó diversos cambios de nombre y sexo legales y advirtió que las realidades trans necesitaban reconocimiento jurídico, el PSOE, que gobernó hasta 1996, lo ignoró completamente; la ministra de Sanidad del momento, Ángeles Amador, excluyó explícitamente cualquier atención a las personas trans del régimen de la Seguridad Social. Esta es una demanda que Izquierda Unida presenta en 1999, apoyándola con un informe técnico del Instituto de Salud Carlos III. De nuevo, el PSOE la ignoró.
Sólo bajo la presión de la campaña del «voto rosa» y de la FELGTB, amparada ahora en consensos internacionales, el Partido Socialista hizo suya una imagen de diversidad y de trabajo por los derechos LGTBI. En realidad, el PSOE ni tan siquiera consideró proponer una ley mínima para el cambio del sexo registral hasta que un grupo de activistas trans comenzaron a adquirir visibilidad y amenazaron con comenzar una huelga de hambre. Sólo bajo la amenaza de manchar su imagen presentaron la legislación que finalmente aprobaron en 2007.
La Ley 3/2007, de 15 de marzo, reguladora de la rectificación registral de la mención relativa al sexo de las personas, único esfuerzo que alguna vez ha hecho el Partido Socialista en relación al colectivo trans en el ámbito estatal, destaca por su simpleza y por su doctrina patologizadora y sexista: sólo regula el cambio del sexo legal (y no cualquier otro aspecto de las realidades trans), y exige tanto haber «sido tratada médicamente durante al menos dos años para acomodar sus características físicas a las correspondientes al sexo reclamado» como un diagnóstico de disforia de género. En realidad, esta Ley podría haber salido mucho antes. Al PSOE, simplemente, no le importaba.
De cara a las propuestas de Ley que han ido saliendo en los últimos años a partir del grupo de Unidas Podemos (coalición heredera del espíritu ideológico de Izquierda Unida en tantas cuestiones), el Partido Socialista se ha dedicado a reventar las propuestas con multitud de enmiendas parciales de calado tránsfobo, que en la práctica imposibilitan cualquier legislación. El mismo hecho de encargarle la dirección del equipo negociador del partido a Ángeles Álvarez, tránsfoba declarada, es un hecho no ya cargado de simbolismo sino de una intencionalidad muy clara. Y es que ni siquiera se han dignado a reunirse con los colectivos trans; su único interés ha sido el de bloquear cualquier avance posible.
Contradicciones e implicaciones prácticas del ideario cisexista y tránsfobo del PSOE
La idea de que el «sexo» es un «hecho biológico inmutable», para comenzar, es contraria al principio establecido por la legislación de 2007 para el cambio de sexo registral, aprobada por el mismo PSOE. La exigencia de un tratamiento «para acomodar las características físicas al sexo reclamado» lo presupone de manera evidente. Además, esta misma legislación establece como base para legislar la identidad de género, «con la finalidad de garantizar el libre desarrollo de la personalidad y la dignidad de las personas», no el «sexo biológico» como tal.
Pretenden definir a mujeres y hombres en base a un «sexo biológico», pero nunca definen cuál es este sexo biológico. A nivel médico se pueden distinguir muchos niveles de complejidad en el desarrollo del sexo humano: génico (gen SRY+, SRY-), cromosómico (XY, XX, XXX, etc), gonadal (testículo, ovario y/o variaciones), genital externo (pene, vulva y/o variaciones), caracteres sexuales secundarios… El sexo legal se asigna a partir del sexo genital, y si en el nacimiento el bebé muestra alguna ambigüedad, se «corrige» para adaptarlo al binarismo. (Aunque esta práctica ha sido denunciada internacionalmente, España todavía no se ha responsabilizado legislativamente de ella).
Esta estrategia no sólo es anti-científica en sí misma, sino que ha sido denunciada repetidamente. Es la misma estrategia legal que han seguido en Hungría o en EEUU para eliminar todo reconocimiento de las personas trans. En el caso de EEUU, más de 2.500 científicos (entre los cuales había diversos premios Nobel) firmaron una carta advirtiendo del daño que esto supondría a nivel social, y afirmando que las investigaciones científicas avalan la posición diametralmente opuesta. No es sólo una cuestión de que obliguen a las personas trans a vivir en el armario (como si esto no fuera lo suficientemente grave). Es una decisión política con implicaciones de mayor alcance.
Lo primero que supone esta concepción dicotómica de la sexuación humana y su reducción a la genitalidad es el abandono deliberado de atención médica a personas intersexuales, tanto en el nacimiento como posteriormente. Además, como las personas trans no podríamos existir legalmente, se nos negaría cualquier intervención que necesitemos, tanto clínica como psicológica. Las «terapias» de conversión se impondrían, torturando a miles de personas, empujándolas a la represión e incluso al suicidio. Si acudimos a mercados informales para conseguir hormonas u otras intervenciones médicas, es mucho más probable que tengamos problemas de toda clase. Si una persona trans gestante ha seguido un tratamiento con testosterona y se queda embarazada, se le negará atención médica en cualquiera de los casos y sin consecuencia alguna para nadie más que para la propia persona trans.
La idea patriarcal de que ser mujer se reduce a desarrollar una vagina y un útero implica formas de violencia que quedan ocultas y amparadas por el sexismo institucional. La ficción jurídica de que el cuerpo es el destino ha sido denunciada por el feminismo desde sus orígenes, y sólo funciona para apuntalar sus estructuras. El panfleto del Partido Socialista, con sus contradicciones e implicaciones, es una expresión de la violencia patriarcal.
Conclusiones
Ignorar la andanza histórica del PSOE respecto a los derechos de todo el colectivo disidente sexual y de género, solo puede acarrear sorpresa al vernos de cara con una declaración de intenciones en contra de las vidas trans, pero que no sorprenda no lo hace menos grave.
Pretender que las personas trans simplemente desaparezcan a través de impedir el avance de derechos humanos solo trae consigo un orden político inconstitucional y dañino para todas. Obviamente tenemos que proteger los derechos de las mujeres, de todas las mujeres, incluidas las mujeres trans, las no binarias y las intersexuales que tan curiosamente ha olvidado la caverna transmisógina. Luchar contra el patriarcado también parte de luchar en contra de toda la violencia que sufre el colectivo LGTBI, porque esa violencia obedece al mismo orden patriarcal y capitalista que se supone que queremos abolir. Luchar contra las compañeras trans es un signo más de que el PSOE nunca ha sido ni Socialista ni Obrero y que solamente obedece a los intereses de una parte de la aristocracia obrera y de la burguesía que quiere conseguir sus derechos pisoteando los de todas las demás.
Frente a esto no nos pueden encontrar en silencio, jamás, frente a esta violencia desmedida y dañina contra nuestras hermanas, deben encontrarnos con el puño en alto y sin permitirnos dar ni un solo paso atrás en los avances sociales que hasta hoy hemos conseguido. Además de seguir luchando por seguir avanzando hacia todos los derechos para todas las personas, sin diferenciación ninguna.
Más referencias:
Calvo, K., ¿Revolución o reforma? La transformación de la identidad política del movimiento LGTB en España, 1970-2005, CSIC, Madrid (2017).
Martínez, R., Lo nuestro sí que es mundial, Egales, Madrid (2017).
Moreno Seco, M. (ed.), Manifiestos feministas. Antología de textos del movimiento feminista español (1965-1985), Universidad de Alicante, Alicante (2005).
Platero, L., «Transexualidad y agenda política: una historia de(dis)continuidades y patologización», en Política y Sociedad, 46(1), pp. 107-128.
Simón(e) D Sun, «Stop Using Phony Science yo Justify Transphobia», en scientificamerican.com (13 de junio de 2019).
No podemos permitir que se margine a las mujeres transexuales. Las personas que escapamos a lo que esperaría de nosotras el patriarcado tendríamos que estar más unidas y más organizadas, tanto al menos como la gente conservadora, que se encuentra todos los fines de semana en sus respectivos templos. En torno a una nueva religión atea/agnóstica, no dogmática, feminista, antirracista y ecologista podríamos estar más organizadxs y se podrían crear multitud de comunidades. En infinito5.home.blog escribo sobre ella.
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