¿Necesitamos perspectiva de género en la salud?

La Sociedad Americana de Mujeres Médicas define sesgo de género como «La diferencia en el tratamiento de ambos sexos con un mismo diagnóstico clínico, que puede tener consecuencias positivas, negativas o neutras para su salud». Si analizamos esta definición nos encontramos conque podría parecer que es algo que al mismo tiempo puede ser prejudicial y beneficioso; esto es verdad en tanto en que se debe utilizar cuando existan diferencias probadas para ello y no en base a arquetipos y prejuicios. Es decir, si una patología no se presenta de la misma manera en ambos sexos, es necesario hacer la diferenciación. Sin embargo, la realidad es que este sesgo se ha llevado de tal manera que están mucho mejor investigadas aquellas enfermedades o cuestiones médicas que afectan a los hombres, mientras que las que nos afectan a nosotras no son estudiadas.

Esto quizá parezca poco importante, pero por un momento piensa que mientras nuestras píldoras anticonceptivas tienen una lista de efectos secundarios que no se investiga para reducir, cada poco sale una nueva viagra más segura para ellos. La medicina está construida dentro del sistema patriarcal, y nos afecta.

La Sociedad Americana de Mujeres Médicas define sesgo de género como «La diferencia en el tratamiento de ambos sexos con un mismo diagnóstico clínico, que puede tener consecuencias positivas, negativas o neutras para su salud»

Ensayos clínicos

Hasta no hace mucho tiempo, e incluso en la actualidad, el cuerpo masculinizado era el universal; por ello se utilizaba como modelo cuyos datos eran aplicados indistintamente al cuerpo feminizado; normalmente haciendo un vacío para los embarazos; tanto es así que también se utilizaba para los infantes. Esto implica que los parámetros clínicos usados aún a día de hoy, no son aplicables en más de la mitad de la pobblación. Hasta finales de los 80, ser mujer era un criterio de exclusión para participar en los ensayos clínicos en Estados Unidos y no es hasta 1993 cuando en este mismo país se obliga, tan solo a los estudios financiados por los Institutos nacionales de Salud, a que se incluya a mujeres y «minorías étnicas» para poder recabar datos sobre estas poblaciones.

Imagen del Hombre de Vitrubio, famoso dibujo de la representación del ser humano de Da Vinci

En parte, esta exclusión se basa en una falacia de protección y por una búsqueda de mejora de los resultados. Se apela a la exclusión bajo la escusa de no dañar la salud de un posible feto en una mujer que quedara embaraza durante su participación en el estudio (obviando a las mujeres que no quieran quedarse embarazadas o no practiquen sexo), pero al mismo tiempo no se considera determinante los posibles efectos secundarios que pueden tener estos estudios en los espermatozoides en caso de que tuvieran un hijo durante el proceso. Esto nos da a entender que quizá la intención no es mantener a salvo a las futuras generaciones de mutaciones (como bien demuestran los múltiples fármacos administrados sin control a embarazadas que han resultado en malformaciones), si no que se debe a la idea generalizada de que nuestra salud no importa.

Por otro lado se considera a las mujeres como sujetos más complicados de estudio, debido a los cambios durante el ciclo hormonal ya que podría generar resultados confusos y una investigación más larga y por lo tanto más costosa. Primando de esta forma el capital a los posibles efectos sobre la menstruación, el embarazo o la ovulación.

Las consecuencias de esto son numerosas: en el primer caso este excesivo cuidado no se tiene en cuenta cuando los fármacos son finalmente recetados para ambos sexos, con la única posible consideración de que no existen datos en mujeres embarazadas o que ante la falta de estudio no deben tomarlo mujeres que quieran quedarse embarazadas. Sobre el periodo hormonal su no análisis puede tener como consecuencias diferencias en los efectos secundarios y su frecuencia o que incluso llegue a inhabilitar el funcionamiento de la píldora sin que la persona lo sepa.

Práctica Médica

La falta de presencia de mujeres en los ensayos clínicos nos lleva a la inexsistencia de datos relativos a las diferencias sintomatológicas, retraso en el diagnóstico, errores diagnósticos y de tratamiento. En la actualidad uno de los más conocidos en cuanto a las diferencias de síntomas es el infarto de miocardio. Ya que las mujeres no estaban presentes en los estudios iniciales sobre cómo se manifiesta, no se pudo concluir que los primeros síntomas en ellas son náuseas, dolor abdominal alto y dolor retroesternal irradiado a las mandíbulas, en lugar del típico dolor precordial irradiado al brazo izquierdo que suelen presentar los hombres.

Para darle un poco más de contexto con datos a esta información: las enfermedades del sistema circulatorio son la primera causa de muerte en las mujeres, pese a la creencia popular de que es el cáncer de mama. Siendo las mujeres más propensas a sufrirlos que los hombres en un 56%; pese a esto no ha sido hasta hace poco que investigadores y médicos se han propuesto el estudio separado por sexos para enfermedades que afectan a ambos.

A nivel de atención primaria también nos encontramos con grandes diferencias. El 25% de las demandas de las mujeres fueron atribuidas a problemas psicosomáticos frente el 9% de los hombres. Por otra parte el segundo motivo de consulta en mujeres es ansiedad o depresión siendo diagnosticado, generalmente, por el médico de cabecera sin pasar por un especialista. Lo que nos indica que en muchísimos casos aún somos tratadas como «histéricas» y nuestros síntomas se ignoran en base a prejuicios.

En 1997 un estudio estadounidense con una amplia muestra comparó la diferencia en prescripción de psicotrópicas en las visitas en condiciones análogas de diagnósticos, edad, etc. Concluyendo que había un 55% más de probabilidades de recibir un medicamento de este tipo en mujeres que en hombres. Esto podría intentar explicarse por que la tasa prevalencia por ejemplo de la ansiedad es del 4% en los hombres, frente al 7% en las mujeres. La depresión también podría ser una posible explicación, enfermedad que según la OMS afecta a 121 millones de personas en el mundo, y que las mujeres tienen el doble de posibilidades que los hombres de llegar a padecerla. Sin embargo, habría que realizar estudios separados que determinen si realmente existe una mayor prevalencia, o esta es debida a la situación socio-económica desigual entre hombres y mujeres.

Mención a parte requiere las prácticas abusivas de las que pueden ser víctimas las embarazadas conocidas como violencia obstétrica que provocan el paternalismo y la sobremedicalización a las que estamos expuestas y que viene siendo denunciada por la OMS (entre otros organismos internacionales) desde hace años, pero que aún a día de hoy no recibe suficiente atención por parte de profesionales y sociedad.

Las mujeres trans

En el caso de las mujeres trans estamos ante una doble discriminación, toda la anterior que ya hemos explicado por ser mujeres, pero a esto se suma que pueden haberse sometido o no a terapias de reasignación de genitales o terapias hormonales que pueden aumentar sus posibilidades de sufrir ciertas enfermedades o que impliquen una variación en los síntomas que presentan ante las mismas. Aún no hay evidencia suficiente sobre el efecto que tiene en su salud física y mental la vulnerabilidad social y económica a las que se enfrentan por ser mujeres trans. Porque sencillamente su situación y salud no interesa.

Esto se debe a que no se tiene en cuenta su presencia en los estudios y tan solo se pueden ver estas diferencias en relación a los efectos secundarios conocidos para los fármacos que toman o su interacción con otros. Además de que en muchísimos casos no se investiga en fármacos específicos para sus necesidades, si no que se utilizan aquellos pensados para diferentes problemáticas cis: Las hormonas no están diseñadas específicamente para las personas trans, si no para los desajustes hormonales causados por la menopausia en mujeres cis.

Es muy utilizada la falacia de que las mujeres trans tiene «privilegios masculinos» precisamente cuando se trata de los sesgos científicos; sin embargo la realidad es que están en la misma situación que las cis: No se investiga sobre sus necesidades, se las aplica el modelo hegemónico de hombre cis, blanco y normativo con el agravante en este caso de equipararlas a un hombre cis.

Conclusiones:

Necesitamos una revisión bibliográfica de los estudios en los que se basan las prácticas médicas de diagnóstico y tratamiento de forma urgente para que recojan la realidad y las características propias de las mujeres, no desde un punto de vista despectivo o en base a creencias acientíficas, sino en base a datos empíricos y contrastables que nos sirvan de base para mejorar la ciencia y nuestra calidad de vida. Es imprescindible hacer estudios reales, con personas reales y con toda la variabilidad que existe en todos los ámbitos, que nuestra salud no esté supeditada a encajar en el modelo occidental hegemónico.

Si bien es cierto que la ciencia neutra es imposible, ya que en mayor o menor medida nos vemos influenciados por las condiciones psicosociales que nos rodean, se debe intentar llegar a este ideal con un objetivo que se sitúa por encima de la mejora de la ciencia: salvar vidas.

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